Mi querida Big-Bang:

Los caminos del placer son inexcrutables. Pero los del gatillazo, aún más. Mi amiga F. tiene un novio ingeniero aeronáutico y un pijama con un búho fluorescente de esos que una se pone para llorar cuando rompe con un novio hasta que pasa el siguiente. Todas, menos ella. Anoche me llamó, para contarme una confidencia: “Estábamos él y yo a un paso del orgasmo cuando le dio un ataque de risa incontenible. Mi búho le miraba fijamente y no se podía concentrar más que en esos ojos verde fosforito”. La risa y el sexo, dicen los expertos, se llevan bien. Pero no especifican si conviene que sean simultáneos o concatenados. Mi amiga se quedó compuesta y sin orgasmo. Y cuando me empecé a tronchar al otro lado del teléfono, hasta las lágrimas, me colgó muy airada.

Todo esto viene a que mi selecto club de fans me pide que hable de sexo. No saben lo que hacen. El sexo, tan sobrevalorado, es literariamente deficitario. Podría ponerme explícita, picante y hasta un punto ordinariota, a lo Lucía Etxebarria cuando era alguien, pero las de colegio de monjas tenemos un resorte que nos frena y nos vuelve cursis, frecuentadoras de un campo semántico lleno de “éxtasis, ardor, pliegues y senos”. De ahí a los pijamas con animales hay un paso. Y de ahí a los novios o novias que se parten de risa en lugar de jadear, otro. Y bien patético.

Una vez quise presentarme al premio Sonrisa Vertical, pero me salían unas descripciones tan perifrásticas que al fin uno no sabía si los protagonistas andaban haciendo un 69, un griego con bondage o bailando un fox trot. Yo misma me liaba, claro, porque entre hacer el amor y follar (con perdón) hay un pequeño paso para el que folla (con perdón), pero un gran paso para la humanidad y para el que describe. Y ahí entraba en brote. Vamos a ver, ¿y si el día de mañana me leen mis chukis y se sonrojan? Y, aún más, ¿qué pasa si me lee mi padre, el hombre, que de guarrerías no quiere saber nada porque sus hijas procreamos por ósmosis?

Con tantas dudas, sólo tengo clara una cosa: Iré al amor como a la guerra, de verde caqui y sin animales voladores o de los otros. El salto del tigre no requiere un felino, y los amantes que se ríen molan aunque te quede un calentón sin resolver y una noche por delante para soñar con sexo hardcore. Del que mola.