Ayer Marta del Riego presentó su segunda novela, Sendero de frío y amor (Suma). Dos años de fabulación y fecundas madrugadas colgada del hilo de la ficción, ese que le alimenta y le da alas.

Produce extrañeza seguir el parto de un libro ajeno. Lo más parecido sería un embarazo ajeno, pero este resulta repetitivo y poco interesante. Las naúseas primeras, la gravidez creciente, el lento bamboleo cada vez más escorado a izquierda y derecha al caminar, el insomnio. Las ojeras, los cambios de textura de  la piel y en el brillo de los ojos.

Marta ha parido un libro sin perder la compostura y sin aburrir al respetable con detalles anatómicos e innecesarios. Se trata de literatura. Un acto más consciente y duradero que un polvo y sus consecuencias, convengamos. De imaginar en soledad a partir de un chispazo, lo llaman inspiración pero son puros sudores hasta pulir un personaje, un gesto y una trama.

Y así, día tras día, llegaba ella a la redacción tras dejar a Lulú y Mati, sus heroínas, acostadas en la cama después de unas horas trepidantes por los riscos de León, peleándose con sus sombras y encarando sus destinos. Y un capítulo, y otro, era la vida que pasaba y nos iba alimentando de sus ficciones sin aburrirnos con detalles supérfluos ni esa condescendiente pedantería de autor que algunos exhiben en los circos sociales.

Ayer Marta fue presentada como “una escritora antes de haber escrito una novela”. No puedo estar más de acuerdo. Ella vive y fabula y respira lo que sólo es en su cabeza. Y a veces hay que tirarle una piedra a su nube para obligarle a poner los pies en tierra. Y entonces ella te regala una metáfora. Un escorzo descriptivo que es un fogonazo de cerilla en la oscuridad y que te cuenta la vida con palabras precisas e imágenes contundentes que sólo ella conoce.

Que jamás, jamás son cursis, ni pretenciosas, ni banales. Como ella misma.

Ayer fue una presentación de libro y era una fiesta. Una verbena multicolor con orquesta y farolillos, Ella en el centro, luminosa, defendía su libro  y sus amigos, compañeros, familia, críticos y fans alrededor celebrábamos el parto. Todo bien, doscientos gramos de letras y una historia que son dos y alberga tantas lecturas como intuiciones nos asaltan al doblar cada página.

Enhorabuena, Martuki escritora. Toda mi admiración y mi cariño. Ha sido un placer y un orgullo acompañarte de lejos por tu sendero de frío y amor. Ahora tu libro es nuestro. Que tú andas ya, seguro, metida en otra historia allá arriba, en esa nube de donde no quieres bajarte no sea que se pierda y te deje huérfana de palabras y a la intemperie.