Mi querida Big-Bang:

La gente sin infancia me da repelús. Son esos viejunos que nacieron planchados y almidonados, que nunca hicieron chuletas ni se bañaron en el río, que no huyeron de la mano negra ni se enamoraron a los 12 años. Que no montaban en bici ni leían revistas prohibidas a escondidas. Que se chivaban todo el rato y solían llevar mocos asomando por la nariz.

Sí, son facilmente reconocibles. No han cambiado de peinado desde la EGB, no saben reír a carcajadas y huelen a naftalina. Te advierten de algún peligro de los que acechan en la jungla de una vida que nunca es la suya. Bastante tienen con haber crecido sin heridas sangrantes en las rodillas.

No sé a qué viene esto. Cada vez que salgo a cenar con mis amigas serie oro se me activa un click que abre el baúl de los recuerdos, o la caja de Pandora, y me da por recordar el primer polvo, las primeras pellas o aquel top less que nos mantuvo boca abajo en la playa levantando el cuello como bóas constrictor cuando aquel cañón del Colorado con melena hasta el culo se nos sentó justo enfrente para darnos palique… En mi espalda podría haberse frito un huevo de la insolación, pero virtud y pechos quedaron a salvo de miradas libidinosas y las monjas, desde el más allá, debieron sonreír con gesto de sagrada aprobación.

Me gusta tener un pasado, pero no entiendo con qué criterio de selección se apretujan los recuerdos después de una noche de whisky cheli. Sí, me he pasado a la malta, pero por poco tiempo, descuida, ya sabes que la fidelidad no es lo mío. Tengo cinco perfumes abiertos en la mesilla y elijo según el primer impulso mañanero. Jamás repito look ni trayecto de camino al trabajo. El tinte de mis mechas nunca es el mismo y muevo los objetos domésticos según un criterio matemático: variaciones de cien elementos tomadas de seis en seis, permutaciones de cuatro o combinaciones diversas. Si no hago lo mismo con integrales y derivadas es porque nunca las entendí.

Sólo he sido absolutamente fiel en el amor, y así me va. Unos cuernos a tiempo me habrían dado una pátina libertina y una prestancia que pa qué, pero a estas alturas de la película es tarde. “Se acabó Michael Jackson, se acabaron los discos”. Y la frase no es mía, ya quisiera, sino de una rica especialista en pillar millonarios y dejarlos con las cuentas bancarias retemblonas y una pensión de alimentos de luxe.

Al año le queda un suspiro, y aquí me tienes, metiéndole una bomba de oxígeno para que respire. Ando más de noche que de día y desconecto los teléfonos para que mi madre no me llame a las nueve fingiendo que se ha equivocado de número.

Yo tenía un novio en la guardería con el que compartía chicles rescatados de las papeleras. Se llamaba Salvitas -Salvador- y masticando éramos uno. No ha habido nada más guarro y más sublime en mi biografía, así que a 2010 le pido que me brinde un momentazo así. Un destello de trasgresión de la buena. Da gusto caerse de la bici y llevar costras hasta en el hígado. Bye, bye 2009 con toda su carga letal. Vengan a mí los vientos y las tempestades.

“He cruzado océanos de tiempo por ti…”, fue una frase de anoche, quizás la culpable de todo esto. Bendito conde Drácula y bendito Bram Stoker. Creo que hoy saldré a comprárselo a mi hija…