¿Si te rescatan y lo llaman “ayuda” es como si te  escupen y lo llaman “hidratación”?

Ese señor barbudo en las gradas que aplaude el partido de fútbol se siente feliz de que nos hayan rescatado con otro verbo menos lacerante. “Fui yo quien lo pidió”, explica orgulloso de su gesta.

El nuevo liderazgo consiste en dejar hacer, dejar pasar, pero fingir que nunca perdiste el control en el puente de mando.

Ayer me sentía muy tonta leyendo con lupa los periódicos para ver si conseguía entender a fondo lo de los cien mil millones. La madre de mi amiga A. la había llamado muy ufana: “ya no te tienes que preocupar por el futuro, nena, que nos han dado un dineral”.

Al español medio le prestan pasta y siente que le ha tocado la Bonoloto. Se llama optimismo de estado. Entonces el español medio enciende la televisión y se pasa la tarde animando a su héroe Rafa Nadal, que ya vendrán tiempos mejores.

Dale anestesia al pueblo y sonreirá al tipo que sonríe en la grada.

A mí la noticia del ¿rescate? me hace pensar que a fuerza de repetir ¡que viene el lobo!, el lobo termina viniendo. Y casi es un alivio porque resulta más estresante permanecer en guardia toda la noche que rendirse a la evidencia del ataque y a la dentellada de unos colmillos si has preparado el kit de primeros auxilios. O sea, un partido de tenis y otro de fútbol. Quien canculó los tiempos del rescate se aseguró de que fuera un día plagado de estímulos.

Volvemos a lucir la vitola de país pobre. Fin del sueño.  Este verano, cuando salgamos al extranjero, tendremos que escuchar comentarios sobre nuestra  mala fortuna, el enclenque escorzo de nuestros líderes, sobre la voracidad de nuestros banqueros. Y  más vale que hayamos ganado Roland Garros, la Eurocopa y algunas medallas olímpicas para responder al estilo Rajoy: tranquilos, ya pasó lo peor. Nos quedan la furia y el himno nacional.

La otra noche, en una fiesta de amigos, escuchamos a todo trapo el himno soviético y enmudecimos sobrecogidos. Resumía toda la gloria, toda la sangre en la batalla, la supervivencia cuando todo se ha perdido.

Todo se ha perdido. Y los acordes del himno nacional no deberían tapar las voces que preguntan si ahora que fluye sangre al débil sistema los primeros en recuperarse serán los que nos desangraron.

Rezo por un outing de desalmados que se lucran con la desgracia ajena. Os desprecio, escupo a vuestros pies y os tiro la medalla a la cabeza. Metéosla por donde os quepa.

El orgullo tarda mucho en curarse. La confianza tal vez nunca vuelva.

PD: (Para escuchar el himno que os cuelgo poned el volumen a tope).