Mi querida Big-Bang:

La maruja ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Yo, que soy una falsa, finjo que el mocho no es lo mío y que apenas sé coser un dobladillo, pero cuando necesito una catarsis, como la postnavideña, sólo me salvan el trapo y Mr. Proper. Así, deslomada, consigo domar esta desazón del mazapán y el relleno del pavo (R.I.P), las reuniones familiares (y mando desde aquí un saludo a mi familia, que me estarán escuchando, sin acritú) y la necesidad urgente de cambiar de hábitos.

Así se lo hice saber a J., y el hombre me propuso ir a un hotelito recoleto en el Puerto de Navacerrada, para folgar y pisar nieve. “Verás como vienes nueva, sin estrés y con ganas de recuperar tu tronío”. Y así nos pusimos de camino, improvisando unos looks de esquiador de clase media baja y rezando para no encontrarnos a mi entorno del glamour y la lentejuela. Éramos dos tipejillos ansiosos de experiencias paranormales sin luces ni boato. La dieta de la felicidad.

Pronto se nos fue haciendo de noche por la carretera. “Yo diría que empiezo a ver mal”. Y él: “Tranquila, que mi GPS y yo te guiamos, chitina”. De pronto, la niebla. Una niebla del carajo que no dejaba ver a dos metros. “Aquí nos matamos”, informé lacónica a J. y a su GPS. Y esperé la llegada de la mujer ésa chunga que se te aparece en una curva y lo siguiente es que pasas a formar parte de una leyenda urbana. La adrenalina se me estaba situando entre hígado y páncreas, pero no había más opción que subir el puerto, sin ganas de catarsis ni de vivir.

De llevar mi videocámara deluxe hubiéramos aprovechado para nuestra última filmación, a lo Proyecto de la bruja ésa que fue un hit, y mis chukinas pasarían a la historia por su madre, esa pobre que se despidió a lo grande, dando la nota como sólo ella sabía. Pero no. Tras un interminable calvario de curvas llegamos al hotel. Nadie en la puerta. El viento y la lluvia empujándonos contra el cristal. “Ya, voy, ya voy…Este es un hotelito familiar, aquí abajo no hay nunca nadie”. nos advirtió la portera, cuanto tuvo a bien aparecer. “Si necesitan algo, éste es mi teléfono”…Y yo, “ahora es cuando nos descuartizan y no se entera ni el Tato”.

Lo que sigue es la crónica de un plan chungalí anunciado. Toda la noche sin parar de llover, y esta mañana ni gota de nieve, la estación cerrada por temporal y yo sin catarsis que llevarme a la boca. “Pues yo voy a estrenar mis pantalón de ultramontaña”, dijo J., que es muy suyo. “Pues muy bien, chitín, ya si eso te encontrarán con un look rechinflante”.

Por fin en casa he hecho lo que me pedía el cuerpo. Sacar la escoba, los productos de limpieza de primeras marcas (a esquiar no, pero al chacheo me preparo a lo grande), y deslomarme por las esquinas. Ahora sí que sí, puedo decir al mundo “feliz año 2011”, y que lo que Mr.Proper ha unido, no lo separen unas fiestas cada vez más largas, cada vez más agotadoras…