Impotente: tipo al que no se le levanta. Mediocre: tipo que piensa que ha conquistado a la chica porque ella no le escupe a la cara en la primera cita.

Resaca de palabrería: dícese de la que deviene tras una noche de escuchar a un mediocre frente a un impotente evidenciar sus debilidades con un busto parlante a modo de árbitro.

Me duele la cabeza y el estómago pide a gritos un Almax. Es el mismo efecto de tomarte dos ginebras a pelo en una apuesta tonta cuando tienes 17 años y un afán inusitado por parecer mayor. Nadie, salvo la madre de la Reina de Inglaterra, que en gloria esté, puede ponerse de gin sin hielo y salir airosa sin que se le mueva el ala del sombrero.

La bravuconada es lo que tiene. Te deja el cuerpo sucio, también llamado cuerpo escombro o alcantarilla. Hablar de más, beber de más, posee unos efectos secundarios que ríete de los de las drogas al uso. Si dos tipos de escasa altura moral e intelectual se ponen a hablar conjugando mal los verbos y comiéndose consonantes de la última sílaba -una madrileñada, aunque lo haga un gallego- uno debe armarse con el botiquín frente al televisor.

Anoche nos quedamos a ver el combate no con la esperanza de asombrarnos con algún round inesperado, sino con el morbo de contemplar una pelea de barro con dos señores sin alma vestidos con camisas impolutas. A su izquierda, el perdedor: un tipo al que le aterra deshacerse del poder. A su derecha, el virtual ganador, que sueña con mandar aunque sea en un reino con los cimientos tambaleantes donde hasta sus subordinados se reirán de él a escondidillas.

Cuando buscas reconocimiento, el que no tuviste en el patio del colegio, estás perdido. Cuando defiendes un territorio que no supiste proteger, te tiemblan las piernas. Anoche esos dos tipos se pusieron en evidencia a sí mismos, mientras sus equipos respectivos les hacían la ola estúpidamente.

A veces todo está perdido de antemano.

En el combate de ayer quedó claro que faltan púgiles atléticos que respeten las normas y no hagan guiños al público buscando complicidades funestas.

-¿Dónde están las mentes inteligentes, estratégicas, honestas y  sin complejos que purgar en un despacho?
-En la empresa privada, dijo ella.
-Pues hágales una oferta que no puedan rechazar, porque estas peleas de gallos despeluchados las va a ver su puta madre…

En ocasiones hay que volver a contemplar la pelea de Muhammad Ali contra Foreman.