Mi querida Big-Bang:

Imagino que, como yo,  andarás empachada entre bodas reales, asesinados por razón de Estado, ilegalizaciones de partidos políticos y Esperanza Aguirre entregando medallas a troche y moche como un espectro rosa con pilas Duracell. Tanto frenesí me impide destilar ideas puras, como a Kant. Tengo tan enjuague de estómago que necesito un Panta Rei heraclitiano para que se lleve de mis cañerías los excesos de un fin de semana largo y lleno de tropezones, como esos menús chungos de merendero para comulgantes vestidas de Sissi emperatriz.

Tengo engrudo en el cerebro. Esa es la cuestión. Los desvelos sociales raramente conducen a la cultura, por mucho que Benedetti lo cantara bonito. Sí a la indigestión. Se me está atragantando el mundo. Se me hace bola. Y mis existencias de Almax tocan a su fin. Las resacas de gin-tonic, tú lo sabes, son más fecundas porque destilan ironía y se vomitan sin grandes esfuerzos. Pero me has prohibido el alcohol y el regaliz rojo, mis únicos vicios confesos, y para los ocultos no hay ganas con la que está cayendo.

No soy de esa generación de mujeres educadas para fingir maneras, rebeldías, orgasmos. Sería mucho más fácil. A nosotras nos dijeron que nos dejáramos llevar, tontitas, y así lo hicimos. No quemamos sujetadores como protesta, ni leímos a Shoppenhauer para ser aceptadas en comunidad. Amamos al Vogue sobre todas las cosas, decoramos nuestras casas con muebles nórdicos de los 50, adoramos los principios de la Bauhaus y decidimos que menos era más aunque hubiera eco en nuestro salón. Y todo para terminar tan confusas como aquellas. Y tan desmadejadas.

Creo que necesitaré sesión doble de diván. Y pastillacas contra el asombro indignado. Sírvete seguirme el rollo sin interrupciones, que para eso te pago, y déjame que, en plan simbólico, me quite el sujetador y lo queme frente a alguna embajada. Asumo que hoy es martes pero huele a lunes que apesta. Y que el llamado mundo libre y civilizado es un estercolero plagado de mentiras y tipos con pistola.

Anoto en mi diario: ¡Hoy sólo leerás el Vogue, chati!