P { margin-bottom: 0.21cm; }“El día que decidí marcharme a
vivir a Madrid yo andaba con mi Nokia 1110 como Carmen Maura con su
Heraldo rojo: loca de amor, pendiente de una señal”.
Debo comenzar diciendo que el día que
Raquel Peláez se sentó frente a mi mesa para decirme pudorosa y casi en un murmullo  “jefa, he
escrito un libro” me dio tanta alegría como si me lo anunciara una de
mis hijas o uno de mis hermanos. Así que, confesada mi debilidad por Rakelina, compañera
de trabajo de quien siempre he pensado -y así se lo he dicho- que sería la cuñada ideal si
ese rol no estuviera ya cubierto en mi familia, añadiré que todo lo
que viene a continuación no es fruto del cariño sino de la
admiración. Del justo reconocimiento de su inteligencia sagaz, de su
talento poliédrico y de ese humor  haute couture disfrazado de trapillo que lo mismo le da para imitar al
rey Juan Carlos como nadie que para escribir “Quemad Madrid! (O
llevarme a la López Ibor” (Libros del K.O).
Como madrileña entiendo que cuando el
crack de Ponferrada posa su mirada sobre mi ciudad va a descubrirme
otra ciudad que yo nunca pisé.
Otra Movida efervescente. Llena de referencias curiosas (livianas y cultas), de
bares con fritanga y de bancos para viejos. Pero también de una
arquitectura con nombre propio, de cuadros ocultos en el Prado, del símbolo masónico que oculta un sandwich de Rodilla y de trozos de un cielo azul brillante
que sólo ve el  de provincias cuando es listo y ávido y mira
trasversal, como ella mira. 
Y te lo cuenta en modo low profile, para quitarle hierro a lo que sabe igual que ha decidido ir de payasa y de Lina Morgan malasañera para no darse importancia, como hacen, me figuro, los listos de provincias que sienten un respeto profundo por Madrid aunque hayan tomado la alternativa en las Ventas y toreado Miuras hace rato.
Yo le debo a Madrid mi primera
experiencia con el sexo. Fue en la jaula de los mandriles del zoo.

Nos habían llevado allí para que viésemos al oso panda, pero los
babuinos nos hicieron más gracia porque metidos entre rejas
fornicaban salvajemente sin recato ni pudor frente a un público
entusiasta entre el que me incluía”
.
Raquel Peláez, haciendo de sí misma
Además de aguantarme el día a día laboral, la mirona del fornicio ajeno autora soporta mis post sobre la avaricia lerda de los provincianos, de cierto tipo de provincianos, sin ofenderse y sin pensar “menuda cretina”. O lo mismo lo piensa, pero no se lo queda dentro sino que  viene como un rayo a decirme que conoce bien al de provincias que critico como yo sé que el capitalino arrogante está a la orden del día y campa por sus respetos aunque no haya pisado un museo en su vida, dija ejjjque más que Bono, profese el laísmo como religión y no sepa dónde demonios está la Ciudad Pegaso (esa alegoría de mi infancia que nunca supe ubicar pero sonaba a Tierra Prometida, a corceles en libertad, a metal bruñido y a comuna exótica, todo junto).
Así que la madrileña ignorante que soy se ha dado un buen baño de cultura urbana leyendo este libro en la playa, en el tren, y ha mirado distinto la estación del AVE de Atocha mientras pensaba que hay personas que son mucho menos de lo que parecían y otras, como Raquel, que ocultan trastiendas sorprendentes y captan mejor que tú el aire de los tiempos modernos, y cuando te descuidan alumbran greguerías como que “los castellanos son el tricornio de los pies”, y se quedan tan anchas.  
Modelo de iniciación en el sexo de Raquel Peláez
Porque si hay una moderna de verdad, que no una modernícola (la pobre también soporta con estoicismo mis embestidas al postureo) es ella.  Lo que sabe de música, lo que sabe de moda y tendencias, de libros, del ser humano te diría, se lo guarda dentro y lo saca a pasear sólo cuando es preciso. Jamas con grandes titulares, si acaso con ladillos. Y nunca vende motos, doy fe de lo que digo.
Quien tenga la suerte de conocerla creo que estará de acuerdo conmigo. Quien no, podría empezar leyendo este libro perpetrado en silencio, sin preaviso y sin ínfulas. Con su tono falsamente ligero que concentra mucho pensamiento, mucha conclusión, mucha humildad y toneladas de entendimiento. Y además de reírse, sorprenderse, sentir curiosidad por saber más, encontrará respuesta a algunas de estas preguntas:
¿Los zapatos castellanos confieren superpoderes bursátiles?
¿Es moralmente reprochable emborracharse en el VIPS?
¿Puede pelear por la modernidad una ciudad que desayuna churros?
¿Quién quemó el edificio Windsor?
P.D. Rakelina, ahí te va este chotis porque es lo más moderno que he encontrado y porque no se me ocurre mejor regalo ni mejor llave de la ciudad. Te lo has ganado. 
P.D.2. Ya sabes que te quiero. Gracias por soportarme cada día.