“Puestas al fuego, todas las mujeres son pelirrojas”

De acuerdo, André Bretón, recojo tu surreal cadáver exquisito y vomito en arcadas incendiadas:
Puestos al charco de la incertidumbre, todos los hombres son pájaros con las alas mojadas, tiritando con dientes como sierras bajo el pico sin filo, devastado…

…y las castañas se parecen al amor si están sobre las brasas y crepitan en Fa mayor (Atención, que es el caso. Ahora mismo. Este pre-ci-so ins-tan-te).

Meriendo castañas con gin tonic. No veo por qué no. Es posible que a mi madre le pareciese mal, pero os juro que el gin -de Bombay azul, transparente y venoso homenaje a mi amigo Bardají, ese contador genial- son apenas unas gotas en el océano generoso del tónic. En su justo amargor, olor a humo con piel de mandarina, alma en remojo.

Todos los colores del camino me los he traído puestos hace un rato, mareada de ocres, amarillos flamígeros, bermellón terciopelo. Granadas tan jugosas que encierran sus diamantes, nueces enjutas, membrilleros carnosos, madroños exquisitos y el pueblo que se cuelga en la horca del camino que no tiene ribera y lo parece. Un frutal espejismo. Bronte lo sabe.

“¿Cómo es, a dónde va en qué se ha convertido? ¿Qué se ha hecho del silencio que le rodeaban y de ese par de medias que eran su más castos pensamientos, de este par de medias de seda?”, sigue Bretón. (Picasso es un crápula. Eso murmuran los suyos, sus amigos. Hay amigos con minúscula que siempre te critican, aunque seas Picasso o Paul Eluard, los hueles a distancia. Aceptarlo es brutal y acaso necesario).

En La Casa -siempre con mayúscula, iglesia o catedral de mis viernesdomingos devotos sin misal- hay tres escaleras y ninguna me llega a donde quiero. Subo a cortar la hiedra y si miro  abajo pergeño una caída  aparatosa y a mi perro despertando el golpe a lametones, la sangre casi seca entre mis cabellos finos, desgarbados de rubio muy variable, según el ánimo de mi peluquera. Y Bronte levantando la pata como un hombre (va dejando su estilo delicado de mujer, culo abajo, aunque nunca del todo).
El orín de los gatos es apestoso, de manera que os aviso: nunca seré loca de gatos (para eso la vecina, que no habla con nadie ni la hablan. Atentos los que tenéis bestias sigilosas en casa si un día, casi sin daros cuenta, os sorprendéis sordomudos y acaso malolientes. Si así os sucediere prended la chimenea y sumergid las cabezas en un baño de cenizas de madera de encina. Después salid al frío y enjuagaos de rocío gritando como bestias innobles. Y nunca, y digo nunca, volváis a maullar de madrugada.

Puestas al fuego todas las mujeres son pelirrojas…y todos los recuerdos descolgados, limpios de polvo de rabia y excepciones. Me regalaron calabazas, urdí cabello de ángel. Me sometí al camino, me cruce con un hombre que llevaba dos perros bien marranos, me pareció que el Otoño merece preservarse en un museo para ir a reencontrarlo cuando sudes y el secarral escupa en asonante sin poesía. Como un surrealista en pie de guerra. Que ayer se llamaba André Bretón y hoy que lo invoqué ya somos  todos.

(Por cierto a las castañas asadas con gin tónic les va muy bien Bebo Valdés, Charlie Parker, Ray Charles o Sarah Vaughan… Probad, malditos y malditas).