Mi querida Big-Bang:

Toma nota de mis planes, porque pienso beberme la vida a tragos largos y en copa de balón, con mucho hielo y una rodaja de pepino. Me aburre que me mata tu abulia de psicota pasada de vueltas. Las taradas preferimos la acción como antídoto contra la muerte. Necesito una estantería muy grande para albergar mis cajas de Pandora, y un cajón sin fondo para las mezquindades. Si tuviera que salir precipitadamente de esta vida, el destino no lo quiera, llevaré cosas perfectamente inútiles. Las cartas de amor adolescente, mis pastillacas contra el vértigo, tapones para los oídos y chocolate Lind´t 80% de cacao.

Es mi proyecto Gin-tonic, verás. Consiste en apretar el paso y no perder ripio. De tanto madrugar viviré en un permanente after-hours, burlando al sol y a sus quebrantos. Te aviso de que esto va a ser una fiebre del sábado noche cada lunes, cada martes, cada jueves…

No pienso llamar a los bomberos. Ni siquiera al fontanero. Se acabaron las urgencias absurdas, las excusas tramposas, el vuelva usted mañana. Para la pena, venga gazpacho. Y si no se me pasa siempre nos quedará París. ¿Cómo te va sonando?

La tibieza sólo mola para que te besen y te acunen. Lo demás, sírvase muy frío y agitado o caliente hasta donde resista la garganta. Adiós a los colores rotos, a los adjetivos innecesarios, a la grandilocuencia vacía. Elegiré tres puntos cardinales para tejer alrededor el absurdo de mis horas y me pondré ciega de rock&roll con sonatas de Bach, según el día.

Vade retro, tristeza. El cielo está negro, afuera truena y el agua va a dejar el aire limpio. Toca poner el contador a cero. Afilar las palabras. Salir a la carrera y zamparse muchas metas. Decir a los amigos que los quieres, recordar a los muertos a carcajadas, poner las flores a los vivos.

Y ya habrá tiempo de pararse a dormir bajo una sombra, cerca de un río.