Mi querida Big-Bang:

No te lo vas a creer: hace veinte años que se estrenó Pretty Woman! Veinte años que todas quisimos hacer la calle como Julia y conocer a un Richard macizo y canoso que dijera aquello de “hágale mucho la pelota” a la dependienta de Dior, mientras nosotras nos lo probábamos todo al ritmo de una banda sonora trepidante. Y lo malo es que hace veinte años ya teníamos veinte años!!! (y alguno). Es una revelación, una señal: a partir de ahora toca mentir en la edad, ponerse horribles botas de plástico por encima de la rodilla y usar el hilo dental a escondidas.

Las efemérides las carga el diablo. Cierta profesora de literatura solía decirnos que a partir de los 35 el tiempo te devoraba, y acto seguido la jodía nos hacía leer en voz alta las Coplas a la muerte de su padre by Jorge Manrique (“…avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se llega la muerte, tan callando”) A mí el Manrique me parecía un tipo macabro, de esos que llevan siempre a mano una calavera bruñida. Así que leía los versos a todo correr y luego siempre había una compañera que enganchaba la guitarra y berreaba el “gracias a la viiiiiiiida”, para alejar el yuyu. Al fin y al cabo, donde esté una Violeta Parra o incluso una Mercedes Sosa (ya reunidas con el agorero de Manrique, dios las tenga en su gloria) que se quiten los mortis profesionales.

¿Somos lo que perdemos o lo que recordamos? Porque yo recuerdo absurdeces como la letra con la que Sergio Dalma nos defendió en Eurovisión, la retahíala de países latinoamericanos por orden alfabético, qué ropa llevaba el día de mi primera cita con mi primer novio o cuál es la diferencia entre embalse y pantano, por poner unos ejemplos rapidillos. Si la memoria es selectiva, la mía además es vengativa. Con cada recuerdo me insinúa mi naturaleza dispersa y ligerilla. Pero también mi irresistible tendencia al disfrute universal.

Así que Manrique, vade retro. No pienso hacer odas a la muerte por más que hace dos décadas ya estuviera en edad de revolcón. Me quedaré anclada en la peluca rubia, como Julia. Bucearé en bañeras llenas de espuma y caminaré a zancadas ataviada como la buscona que no he sido. Si Richard puede esperar, la parca también, y el tremendismo. Dejemos que los muertos cumplan años y que los vivos celebren la vida al ritmo de una película mediocre que un día nos hizo soñar. Hay que ser muy listo y, sobre todo, muy hábil,para que toda una generación suspire por ser puta.