Mi querida Big-Bang:

Los pajarracos negros danzan ahí fuera con presunto orden y concierto. Se habla mucho de la presunción de inocencia, pero yo soy muy partidaria de la presunción de equilibrio, de solvencia, de estilo directo, de burla o de militancia, por citar sólo unos pocos ejemplos. Todo es de una manera mientras no se demuestre lo contrario, lo malo es que a veces no nos quedamos el tiempo suficiente a observar tanto presunto a nuestro alrededor. Y así nos va.

Yo tenía un presunto look de sueca eurovisiva que resultó ser de holandesa sin recursos. Se parecen, pero no son lo mismo. Como el anuncio de canoa y piragua. Un día te levantas y descubres que no eres, sólo pareces, y ese día te dan por saco. La presunción es un cómodo caparazón para ir por la vida, y si la pierdes te quedas en bolas y sin canción hortera que brindarle al respetable.

Veamos, presuntamente tú eres mi loquera y yo tu víctima. Yo invento cada día tres o cuatro síntomas prometedores y tú te pones cachondísima porque la presunta resulta encajar en los patrones de cierto manual con vademécum. Y entonces te quedas mucho más tranquila. Puesta la etiqueta, lo demás está chupado. Pero la presunta a veces te desconcierta con vuelos impropios de un pajarraco empastillado, y esos días andas desorientada y muda. Envuelta en una presunción de incompetencia del carajo.

Recuerdo vagamente un chiste sobre la diferencia entre “real” y “potencial” que se parece mucho a esto de lo que hablamos. Al final el padre decía a la madre e hija “potencialmente sois dos mujeres tontas, y realmente un par de putas”. Era un chiste bastante machista, de ese machismo presuntamente inofensivo con el que crecimos amparadas por las monjas. Dado que los chistes te los contaban en el recreo y con el bocadillo de jamón entre las manos, los recibías con alborozo y sin sospechas, y al llegar a casa se los contabas a tus hermanos. En mi caso, siempre incompletos, porque dios no me llamó por los senderos de la retentiva graciosa. Yo era presuntamente una mujer de prosa larga y estilo directo.

Con los años fui una presunta rebelde, una presunta casada, una presunta delgada, una presunta hiperactiva y, aún hoy, una presunta insomne. Quien se quedó en la orilla a contemplar mis evoluciones vio cómo iban cayendo los castillos de arena, pero la mayoría huyó sin comprobar el fin de los vuelos. Como hago yo cada mañana con mis pajarracos. ¿Está completa la historia si uno no la lee hasta el final?

Presuntamente voy a fugarme de casa en este instante. Las chukis duermen, así que puede decirse que lo hago con alevosía y nocturnidad. Cogeré la bici y con mi presunción de fuga en vena recorreré las calles desiertas de Madrid dominguero y presuntamente desalmado. Puede que la realida al fin me coloque en mi sitio, sí, pero hasta ese momento habré sido presuntamente libre. Presuntamente ligera y feliz.