Mi querida Big-Bang:

El arca de Noé ha hecho tanto daño a la humanidad como las pelis porno. Nos dijeron que a la salvación se accedía en pareja y nos lanzamos al diluvio de la mano sin pensar que saldríamos escaldados como los protas de Titanic. Nos dijeron que todos los hombres la tenían grande y duradera y que el revolcón era un alarido tridimensional y simultáneo y las consultas de los sexólogos se pusieron a rebosar. Y ya es hora de que alguien desenmascare tanta falacia histórica.

Ayer me tiré una hora y veinte hablando con mi amigo R. Un tipo culto, sensible y treintañero que anda preocupado porque se siente un raro entre los de su generación. “Todos mis amigos están en pareja, tienen hijos y hablan de los temas que implica haber formado una familia, así que yo no tengo mucho que aportar”. Añadiré que previamente habíamos destripado los libros que estamos leyendo, que él es un ávido lector de ensayo, que se ha matriculado en un curso de relato en Barcelona, que le molan las series de HBO, que es guapo y tan apasionado de lo suyo y tan buena persona que podría presentarle a mis amigas más descreídas del amor y fijo que claudicaban.

-La verdad es que las mujeres se fascinan por mi profesión y asumen que va ligada a quemar la noche, conocer famosos y entrar gratis en los sitios. Así llegan muchas a mí, pero no me interesan nada.
-Pues diles que eres fontanero o reponedor de Carrefour, ya verás cómo mueves banquillo y se quedan sólo las que te quieran por lo que eres, no por tus galones.

Mi amigo R., en realidad, está tan a gusto en su casa de soltero. No necesita compartir gastos, cuadrante de cama ni palomitas los domingos por la tarde. Quiere una cómplice con domicilio propio. Una igual. Enamorarse locamente, pero no para entrar en el statu quo de lo que se supone corresponde a su edad y condición. Pero ahí fuera hay muchas mujeres demasiado tocadas por los cuentos Disney que buscan un marido y un piso céntrico con cortinas de cretona. No, no son marujas sin ambición profesional. O no solamente. Son treintañeras con master MBA que en el fondo, frente al espejo de su tocador, quieren lo mismo que sus madres y sus abuelas: un hombre y un bebé. La maldición del arca de Noé.

Antes de que me mires con cara de ¿y tú qué, nena? te sugiero vayas ideando una terapia contra tópicos y topicazos. Yo tengo una misión: encontrar una Sally para mi Harry con la que pueda hacer cortes de manga al Antiguo Testamento. De paso propondré a los directores de porno que empiecen a rodar gatillazos, descoordinaciones y contracturas en las películas. Y el que quiera ficción, que se chute cualquiera de las maravillosas series de la HBO.