Hacer deporte es bueno porque no tienes que pensar y se te pone buena piel.

Toda la vida escuchando esas proclamas engoladas sobre el esfuerzo, la superación, la lucha contra uno mismo y resulta que acabo de descubrir que si corro, no tengo capacidad de hacer cavilaciones funestas. Ni de otro tipo.

O sea, que yo bajo hecha un fantoche al parque, saludo a la afición  -dos vecinas que aún chupan condena de infancia- y empiezo el trote deshilachado, sin estilo ni excesivas pretensiones. Siguiendo las reglas de oro de mi gurú (la actual, antes fueron “En forma con Fane Fonda” y Eva Nasarre, una polvorilla con pelo afro y mallas refulgentes que sonreía mientras hacía estiramientos a cámara). Mi nueva mentora, digo, es maciza y simpática como sus predecesoras, lleva años en el tajo y se ha marcado un blog (http://yonocorrovuelo.blogspot.com) con las respuestas a mis retorcidas preguntas:

-¿Escupir está mal visto?
-¿Hay un preflato antes del flato?
-¿Si me congestiono puede darme un ataque al corazón?
-¿Cómo disuado a los chulitos que me pasan por delante con gesto de “voy sobrao y tú lo sabes, nena”?

Pero de todos sus consejos destacaré uno que me ha salvado de la hiperventilación, porque en mi colegio de monjas había una profesora de gimnasia muy borde que repetía: una inspiración, dos espiraciones. Y ahí me quedé yo, obedeciendo veinticinco años después a costa de asfixiarme.

-Por Dior, nena, respira por todos tus agujeros. Como puedas, tu cuerpo irá encontrando el ritmo adecuado.
-Y un suponer: Si no lo encuentra…

Lo mejor de hacer deporte, digo, es que sois tú y la tierra. Tú y las gotas de sudor que van empapando la camiseta. Tú y el mismo recorrido repetido varias veces que te anima porque esta vez has coronado una vuelta más. Tú y tus rodillas volanderas. Tú y las endorfinas, que pegan un subidón al llegar a casa. Tú y una ducha que sientes te has ganado…

…Lo peor es que te entra mucha hambre y si empezaste a correr para estar bien buena -una motivación como cualquier otra- la báscula te dice que pesas más.

-Es músculo, chukinas, puro músculo, murmuro.
-Ya, músculo…

Y mi músculo retozón y yo nos hacemos un Forrest Gum tarde sí, tarde no, para desafiar las tormentas, la fragilidad que nos desborda, los titulares funestos de los periódicos, la soberbia de los mercados, la tristeza de que llegarán tiempos mejores, pero aún no toca.

Porque mientras corres se abre una pista nueva en tu cabeza. Un starway to heaven. Y eres un mecanismo simple que sólo requiere cuerda. Y cuando crees que tus piernas no pueden más, tu corazón les manda un chute de energía para dar la última zancada.

Y es un placer detenerse al fin y sentir el cuerpo como nunca. El corazón al galope. Y dos o tres ideas lánguidas que tampoco tienen demasiada prisa por salir…

PD. Reproduzco, por su interés general, el último consejo de mi mentora: “A los que chasquean me los mandas a mí para que les de “candela”,amos hombre no me jo–s,te van a chasquear a ti! Que no ha nacido el hombre que te rechiste!”.