Mi querida Big-Bang:

Hay personas que entran en nuestra vida por la puerta de delante y personas que lo hacen por la de atrás. A las primeras sales a recibirlas vestida y convenientemente calzada, pero las otras te sorprenden en zapatillas y con esas horribles mallas de algodón color panza de burro que nunca tiras. Para unas haces un posado y metes tripa si procede; las otras arañan un robado infame y te obligan a improvisar un menú y a hurgar en el fondo de la nevera en busca de cervezas frías. En realidad, las segundas congelan un momento real y nada impostado de ti misma. “Por detrás eres más”, podría ser el eslogan si no fuera porque una es de colegio de monjas y las retaguardias siempre fueron un poco tabú.

En el capítulo hombres pasa un poco lo mismo. Los amores con preaviso son más calculados, tienen algo de TV movie con guión, no se salen del encuadre. Y luego están los vendavales que se cuelan por la puerta de atrás del corazón, sin tarjeta de visita ni cuerpo de zapadores, que te obligan a soltar la bayeta de las manos e improvisar un torpe baile de cortejo al estilo del de las hienas del Serengueti.

Me gusta el movimiento congelado por lo que tiene de puerta trasera. El instante preciso en el que uno ve el alma de un objeto. Mi amiga A-2 es artista y congeladora profesional de instantes con alma. Ayer vino a casa cargada con uno de ellos. “Nunca regalo obra, así que mi amigo S. quiere conocerte porque está muy extrañado de que haga esta excepción”. Abro la foto, me quedo sin habla. Un montón de libros forcejean en un equilibrio precario que amenaza con romperse en cualquier momento. Dan ganas de crear una estructura para que la estructura no se rompa. Es emoción, me inquieta, me conmueve. “Mola”, dicen las chukis. Mola.

Recuerdo a A-2 en clase, más de 20 años atrás, resolviendo con su carboncillo un busto imposible en silencio reverencial mientras nosotras parloteábamos alrededor. Su talento estaba más allá de sus dedos expertos, de sus boinas francesas de seda bordada. Era su forma de mirar. Construyó su trastienda como es debido y dejó la tienda abandonada, como debe ser. Es una mujer reversible y única y cada vez que entro al salón y me choco con su foto me siento orgullosa de ser su amiga. Como también de la prodigiosa capacidad de mi A-1 de inventar historias y de dibujar un personaje con tres frases y una situación. Con ellas soy más y mejor.

Apunto en mi cuaderno de notas: “arrancar la semana por la puerta de atrás”. Y a las monjas, que les den, que la hipocresía de los salones burgueses es incompatible con el genio y hasta con el ingenio. Muerte al hall y sus oropeles. Eso sí, en mi elección de la trastienda añado una anotación al vuelo: “comprar unas mallas más dignas y llenar la nevera de cervezas”. Buen lunes.