Mi querida Big-Bang:

El hijo de L. asegura que le duele “donde el espíritu santo”. O sea, aquí, dice señalándose la barriga. “Ese es el sitio del hijo”, rebate su madre, revisitando la señal de la cruz. “Que noooooo, que es el espíritu Santo”. La Iglesia católica ha hecho medio bien su trabajo. Habrá menos clientela en las iglesias pero las nuevas generaciones retienen muy bien el lenguaje de los signos. “Mamá, a partir del domingo te vienes conmigo a misa”, soltó anoche chuki pequeña en la mesa, y yo sólo pude decir: amén. Cierto que el primer año se negó a hacer catequesis y a mí me pareció una gran idea, pero éste ha abrazado la fe con una virulencia extraordinaria, y ahora me tocará ir con ella a hacer la señal de la tripa dolorida una y otra vez, como si sufriera de úlcera sangrante o retortijones.

Otra niña cuya identidad no recuerdo le preguntó a su madre; ¿Cuál es la mano derecha?. Y ella: “Esa con la que comes”. “Ya, y cuando no tengo hambre..¿cuál es la mano derecha?

Me pregunto en qué momento de nuestra vida dejamos de tener pensamientos propios, nos metemos en el mainstream y la barriga vuelve a ser el palo vertical de la cruz. Recuerdo el miércoles de ceniza en mi cole de monjas como un gran acontecimiento que nos molaba por dos razones nada espirituales: a/perdías una clase. b/te ponían una mancha en la frente que, con suerte, dejaba huella hasta que llegabas a casa para chulearte con tus hermanos. Entonces no había otros polvos que los de las tumbas, bien siniestros, y tardaríamos mucho aún en disfrutar de esos que las monjas se cuidaron muy mucho de explicar. Ni siquiera por señales, aunque por lo poco que sabíamos también dejaban mancha, se ubicaban donde la cruz, pero un poco más abajo, y por las caras reprobatorias del mundo adulto era posible que dolieran.

Para cuando llegaron Mónica Lewinsky y su famoso vestido, ya no nos persignábamos. Tampoco acuñábamos sentencias originales y dividíamos los polvos en ocasionales o esplendorosos. Lo que viene siendo un polvazo. Ese que comentábamos mis queridas amigas de la universidad y yo. También los había repentinos, interruptus, sobredimensionados, fallidos, descuidados, arriesgados y acrobáticos. Lo del “polvo eres y en polvo te convertirás” había dejado paso a las historias de aquel amante que no dejaba localización sin polvo, ya fuera el parque, la cola del INEM o el probador de El Corte Inglés. Eso hasta que un día C. llegó y acuñó una frase propia: “Aprovechad, chicas, que a esta edad los polvos están contaos”.

Ahora que voy a volver a la iglesia necesito desesperadamente acuñar sentencias originales. Y sin duda es el lugar más indicado. Allí chuki grande decidió llamar al cura “el oscura”. Y así dejé que lo hiciera durante años, sin corregirla. Me pareció que había que respetar su creatividad porque ya vendrían los años oscuros, uniformados, persignados…Yo te dejo, porque debo repasar el credo y la salve. Los polvos, afortunadamente, siguen ahí, puestos al día y disfrutados de norte a sur, de este a oeste. Como la cruz, mira tú. Y ahora lo mismo me impiden volver a ella, por irreverente. Corro a confesarme…