-¿Qué le despertó el pensamiento crítico?
-Descubrir que la vida adulta consistía en aprender a vivir con la incertidumbre. Lo supe cuando terminé de estudiar. Hasta entonces mi vida había sido un camino que se iba construyendo con lo que se supone que debía hacer. Llega un momento en que debes elegir. Creo que al reconocer la incertidumbre empieza la búsqueda. Y los libros, el arte, la filosofía y todo lo que apela a otra parte de nosotros son compañeros de búsqueda. También la ciencia. No creo en contraponer arte y ciencia.

Leí el domingo pasado en El País Semanal la magnífica entrevista de Anatxu Zabalbescoa a la editora Sandra Ollo, alma máter del sello Acantilado que tanto gozo y alimento crítico han transfundido a mi espíritu (“El mundo de Ayer”, de Stefan Zweig, “Los Ensayos” de Montaigne) y la digerí despacio, asintiendo a cada palabra. Amén. La incertidumbre, ese caldo en el que todos chapoteamos hasta el paroxismo coronavírico, sólo es apta para adultos. ¿Adultos con reparos o sin ellos? Me hubiera gustado repreguntarle. Un reto bien difícil para una sociedad adolescente y narcisista, paralizada por la pandemia, confinada de sí misma y de sus miedos. Ávida de rescate y de abrazos y besos y vacunas. Iletrada y ansiosa. Bloqueada a ratos por el miedo, dislocada sin yeso. Carne de cañón.

Museo Thyssen Madrid

“Llega un momento en que debes elegir”, tienes razón. De hecho, llega un momento en que todo son elecciones, encrucijadas que te empujan a un camino o a otro -siempre tortuosos, nunca sencillos- y que conviene sopesar el rato justo. Un día en el que la cosa no va de teñirse el pelo de rojo o de azul, elegir una tribu urbana, agujerearte la nariz o el ombligo, hacer horas de cola por el último ídolo pop o gastar todos tus ahorros en unos pantalones de chúndal super cool. De voluntad o de azar. Va de seleccionar cuidadosamente a quién muestras tu intimidad, en quién depositas tu confianza, a qué diablo no le vendes tu alma y con qué la alimentas para ser más y mejor: amigos, libros, arte, paseos por el campo o las aceras colgándote de fachadas y de nubes…Conversaciones nutritivas o espumosas. Trabajo, mucho trabajo. Pero también dietas de silencio para asimilar todo eso sin sufrir úlceras gástricas.
De eso va. O esto he aprendido.

Sandra Ollo,editora de Acantilado

Sigo leyendo a Sandra Ollo: “Hay novelas de consumo rápido que no dejan el más mínimo rastro en ti. … A ver, si un día te tomas una hamburguesa, no vas a caer fulminada. Pero si solo comes eso, vas a enfermar. En la cultura es lo mismo. Uno puede alimentarse o matar el hambre”. (cambio novelas por personas y también funciona, oye).

Ayer toreé la incertidumbre confinada saliendo a la calle de Madrid a esas horas en las que aún no están puestas las aceras. Caminé hacia el Museo Thyssen y me dejé mecer por el mar en disonantes frecuencias de sonido en la exposición “Avanzar con paso leve”. Un desafío a doce artistas contemporáneos -videoartistas casi todos- que conectan desazón y esperanza, protesta y poesía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas y que ha impulsado Francesca Thyssen, la hija del barón. Tengo que decir que salí como si me hubieran dado un masaje, relajada y en paz y con el oleaje del mar batiendo poderoso ideas inspiradas y proyectos.

Gildas del “Válgame Dios”, Madrid

Después mis pasos me arrastraron a la Fundación ICO, ese templo sin pompa situado a las espaldas del triángulo del arte de Madrid en el que siempre hay sorpresas en forma de expos de fotografía donde la arquitectura manda y se desata. Como la que se muestra ahora, del fotógrafo Danny Lyon, bajo el paraguas de Photoespaña. Un recital de poesía en demolición contado a través de los edificios que la ciudad de Nueva York redujo a escombros a finales de los años sesenta. Bellísima metáfora del abandono, de los lugares y nombres que vamos dejando atrás, de los saltos a los que que nos proyectan la incertidumbre y el olvido.


Ya de vuelta a la calle, que no todo es cultura -esa cultura-, elegí alimentar el cansancio con unas gildas+cerveza en la terraza del “Válgame Dios”, y comprar dulces en la pastelería “El Pozo”, la más antigua de España, que se paró en el tiempo y exhibe en sus vitrinas añejas deliciosos hojaldres, pasteles y bollería recién horneada. Por la tarde, cine con mi hermano –“Falling”, de Viggo Mortensen – una historia de amor y desmemoria, de intolerancia y crueldad y cómo vivimos y sobrevivimos a pesar de nuestros padres- y un fin de fiesta en ese jubiloso hallazgo bautizado “Las Dágalas”, taberna y ultramarinos con nobleza de ayer y deco de hoy frente al WiZink Center que abrió hace pocos meses y que te acoge con vinos superiores, cerveza bien tirada, jamón exquisito y propietarios simpáticos y abiertos a largas horas de tertulia y viandas escogidas (los domingos, ¡atención!, sirven puchero). Ya mismo me declaro parroquiana, si me admiten.

PD: Yo tampoco creo en contraposición de arte y ciencia, admirada Sandra Ollo. Las antítesis son a menudo el susto o muerte/truco o trato del destino. En el territorio incertidumbre cabe todo, si se sabe elegir y se administra. Pero a aprender a elegir nos educa la vida en su conjunto, y a veces tropezamos. Y el día que se tercia un plan redondo, como ayer, que incluye soledad y compañía, arte y esfuerzo, riquísimos manjares y paseo, historias bien contadas, encuentros inesperados y sueño plácido, es un día milagro que quieres resguardar en la memoria feliz y confinada. Para esos otros días donde el pesar impera y hace frío.