Pensamientos para un día de lluvia y velas por soplar:

1.Tener cierta biografía a las espaldas no compensa, pero te otorga cierta lucidez y capacidad para la fabulación. Con mucho menos han escrito sus memorias Ricky Martin, Arancha S.Vicario y la Terremoto de Alcorcón. Igual va siendo hora de desenmascarar a algunos traidores, salir de algún armario con polillas o inventar un “Confieso que he vivido” jurando que Neruda te copió a ti, pero no lo sabía.

2.A esta edad ya no tienes que demostrar que eres lista (si acaso) ni profesionalmente impecable. Quieres que te amen por tu cuerpo y que te lo digan muchas veces, hasta con desgana.

3.Esperas que tus chukis te regalen un dibujo y la consabida carta de “te, quiero mami”, que tus amigas te regalen un tratamiento mágico y que tus amantes te cubran de besos y alhajas (el orden de los factores no altera el producto)

4.Das por hecho que nadie será tan vulgar de decirte frases huecas del tipo “este es el principio de lo mejor de tu vida” o, aún peor, “para la edad que tienes estás estupenda”. Pero lo mismo sucede y lo agradecerás con tu mejor sonrisa caústica.

5.Acumulas unos cuantos libros imprescindibles y varios discos con los que machacas a todo aquel que se sube a tu coche. Conduces fatal, pero eso ya no tiene remedio. Sabes que no serás campeona olímpica de nada, salvo de desazón y dudas.

6.Tu hermano el jocoso te llama y te dice que a partir de ahora empieza  de nuevo la fase oral. Que no es eso que pueda pensarse, sino que “tus principales placeres serán gastronómicos”. Le juro por la gloria de nuestra madre que la única fase oral que admito será clasificada para adultos sin reparos. Me dice que eso no se le responde a uno de tu sangre.

7.Sabes que ya toca dejar de comer cocidos, fabadas y todo lo que viene siendo guisote español. Pero entonces llegas a la mesa y tanto triglicérido humeante es un canto de sirena magnético y tú una mujer feliz y entregada sin condiciones.

8.Piensas que en el fondo no está tan mal cumplir años, mientras no te falten el amor con babas de tus hijas y las felicitaciones de tantos amigos que te quieren y encima hoy te lo cantan con banda sonora original y los instrumentos bien afinados.

Qué suerte llegar así a la middleage!!! Ahora sólo aspiro a terminar como una Iris Apfel rockera, huesuda y desgarbada (pero sigue en pie lo de que me amen por mi cuerpo)