Mi querida C. recibió un wasap de su profesora de inglés avisándola de que estaba en la puerta hacía rato, que por favor saliera a abrirla con su tarjeta de seguridad. C. cogió su smartphone y tecleó sin dudar: “Ya salgo, zorra

En realidad quería poner “ya salgo, sorry“, pero su teclado predictivo decidió que era mucho más contundente recibir a la teacher a puerta gayola. Con un insulto breve, contundente y fonética y ortográficamente parecido al término original. Sorry-zorri-zorra. Nada más lógico.

Desde que nos hemos puesto en manos de esos teclados tan inteligentes y proactivos nuestra vida social, profesional, amorosa, corre serio peligro. 

Pero tiene sus ventajas.

Hace unos meses averigué que quien me llamaba guapa todo el rato en realidad no lo tecleaba, sino que saltaba solo. Su teclado había decidido que si yo era guapa pongamos que en tres ocasiones tenía todas las papeletas para convertirme en guapa-365. O sea, un bellezón. No me pareció tan mal el piropo tecnológico. La externalización del clásico “qué buena estás, corazón” que la madre Pocahontas de mi autobús tiene como timbre de llamada en su teléfono con música de Melendi, para bochorno ajeno.

Steve Jobs

El mundo es digital, el mundo es predictivo. Voy a mandarle al sucesor de Steve Jobs este claim para que lo incorpore en los I-Phones. Aunque debería ir más allá: “Deja de tu I-phone piense por ti”. Que él decida, después de analizar una serie de mensajes voluntariamente tecleados, cuál va a ser el siguiente: “Déjame en paz, petarda” (En lugar de “qué falaz, Bernarda”) o “tal día hizo un año” por “que te calles, coño”  podrían ser dos de ellos si los previos indicaran cierto hartazgo o apremios insoportables del otro. 

Lo dejo ya, con la duda corrosiva de si los wasap  que recibí ayer eran un artificio. Una intervención sibilina de otros smartphones aliados con el mío después de analizar los mensajes de las últimas horas y decidir que lo que yo necesitaba no era espacio, sino un spa de lujo para abandonarme al amor del vapor y los brazos de un masajista voluntarioso y apasionado.