Parque de El Retiro

He soñado con todo eso que sucede mientras miras a otra parte. Por ejemplo, como ya no hay cole en bachillerato tu adolescente se pasa la mañana a su libre albedrío, con el móvil silenciado pero echando chispas (me consta). Y entonces tú, que estás en el trabajo sumida en profundos pensamientos pitagóricos, pegas un respingo porque son las doce y no sabes nada de ella:

Y llamas. Y no lo coge.

Y mandas un wasap: “Necesito coordenadas de tu paradero“.
Y no contesta.
Y mandas otro:
“Como no me contestes te mando a la abuela”

Y nada.

Y mandas un tercero y definitivo tiro en su línea de flotación:
“Mañana no sales, que lo sepas”

Y ahí parece que la cosa funciona, porque la interfecta llama: “Mamá, eres una borde por wasap“.

(El viejo truco de pasar de sospechoso a víctima del sistema. Una treta adolescente de manual general básico).

-¿Puede saberse dónde estás?

Wasap

-En El Retiro.
-¿Y puede saberse qué haces?
-Contar árboles, ¡no te fastidia! Mamá, estoy de vacaciones, por si no lo sabías. Dame un poco más de libertad.

Y entonces, tal y como leíste una vez en una entrevista en Vanity Fair, lanzas un órdago a la grande. El reto que podría hacer tambalearse los pilares de la relación y la confianza madre/hija:

-Hazte una foto junto al lago, anda, y me la mandas.

Lo que sucede mientras miras a otra parte es que los demás van a lo suyo. Pero hay un sistema de moléculas en movimiento que puede estar preparando una catástrofe. Son esas miles de hormigas que han salido de su agujero y se están merendando tu sandwich de jamón y queso con mantequilla salada.  Y tú, que andas escasa de sueño en los últimos tiempos, tratas de comprar la calma en una mala foto tocada frente a ese lago donde Madrid se siente Europa para quedarte tranquila. Y no hay derecho.

Cuando uno está cansado le da por controlar, eso he aprendido. La hiperalerta es síntoma de debilidad, así que conviene buscar un hombro amigo donde apoyar nuestra cabeza y dejar que el mundo gire y se dé el lote en el banco de un parque donde la diletancia es dress code obligatorio y donde una niña, ya mujer, experimenta la sensación única de dirigir su destino mientras la loca de su madre hace juegos de palabras frente a una pantalla de ordenador.

El verano es un estado mental, ahora lo entiendo. El estrés, un camino hacia el fascismo que conviene atajar. Y tu adolescente, la persona más indicada para enseñarte que el ahora es ese instante preciso en el que debemos concentrar nuestros sentidos porque pasa como las hormigas una vez que se han zampado la última miga de tu picnic. Y no deja ni rastro, salvo a veces la melancolía.

Wasap: “Mira, mami, qué bonito está el Retiro. A ver si vienes conmigo un día de estos…”