Satanás ya tiene su propia revista. Se veía venir.

La publicación, polaca, responde al título “Exorcista”  (http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/11/comunicacion/1347388475.html) y se dirige a todo el que tenga problemas con el maligno. Los católicos de Gracovia están detrás de la iniciativa, que sin ¿querer? arrebata el protagonismo a dios y se lo cede al eterno rival, el de los tres seises. Sabedores de que el malrrollismo mundial que ha desatado la crisis demanda con urgencia nuevos líderes.

Minichuki está en esa línea: “Mamá, no sé si creo en dios, pero en quien sí creo seguro es en el ratón Pérez”. Normal. El roedor nunca la ha dejado tirada, aunque los dos euros que se encontró ayer a cambio de su muela le sentaron fatal. Parece que Pérez andaba liado con las gestiones de un arrranque de temporada lleno de dientes y mandíbulas rotas, y se encontró con la mochila vacía y apenas unas monedas. La enana, que es un lince, me puso cara de chunga por la mañana, mientras me señalaba la cajita con el dinero. “¿Será que Pérez se ha vuelto un rata o es que a todos los niños del barrio se les ha caído hoy una muela de leche?” Yo puse cara de ni sí ni no y le recomendé que trincara el dinerete y se dejara de preguntas existenciales.

Creer o no creer. Esa es la cuestión. En tiempos de desaliento uno tiende a buscar el calor y el crédito de sus amigos, de la familia o del peluquero de toda la vida. Los sobresaltos nos están dejando en pelotas frente a las convicciones tibias, esas que nos bastaban para tirar en un mundo de abundancia. Buscar a dios, a Perez, a Satán, es una manera de buscar nuestros propios cimientos, devastados tras un tsunami que ya dura demasiado. Se me ocurre que lo mismo necesitamos un exhorcismo general, quitarnos el miedo, sacudirnos la sensación de vértigo y poner los dientes por la noche en una caja forrada de terciopelo azul marino para que alguien nos deje una sorpresa por la mañana.

Yo misma he hecho la prueba. Anoche deposité una zozobra y el ratón Pérez se ha personado a las cuatro de la mañana a dar por saco. Me ha dejado un mensaje críptico: “Apártate de ahí, que saldrás escaldada”, y se ha pirado corriendo por el pasillo, mientras yo comprobaba con disgusto que en mi emisora de referencia ya no está el programa de los colgados “Si amanece nos vamos”, sino una repetición de El Larguero, de mi José Ramón de la Morena.

Y me he sentido huérfana de líderes, una insomne sola en un islote de algodón rodeada de cojines y con la banda sonora de un tic tac impertinente del que me ha sacado Pepa Bueno, la sobreactuada sacerdotisa de sucesos que finge interesarse por todo lo demás.
Y aquí estoy con la caja de terciopelo vacía, sin una madre a la que reprocharle que no alimente mis fantasías infantiles y me deje algo, aunque sean dos monedas de chocolate.

De aquí a suscribirme a “Exhorcista” hay un paso. Lo veo venir.