Mi querida Big-Bang:

Fumando espero a mi gigante de Telefónica. Un hombre de dos metros diez que me visita de forma recurrente con la firme determinación de devolverme la línea perdida. El único que, hasta la fecha, se ha tirado al patio en plancha para encontrar la conexión y hacerme feliz. “Señora, yo me tiro, pero lo que viene siendo salir, no sé cómo saldré”. ¡Esto es un Quijote de real life, sí señor! La versión moderna y telemática de Indiana Jones, Jesús Calleja, Manolo&Benito…O sea, un héroe multidisciplinar con talento para las ñapas. El sueño de cualquier ama de casa aburrida por la ausencia de emociones fuertes.

“¿Cómo puede ser usted tan majo y trabajar para esa compañía que me hace la vida imposible?” le pregunto tendiéndole la mano para sacarlo del foso. “Es lo que hay, mujer”, responde encogiéndose de hombros.

Una también ha tenido sus trabajos humillantes, no creas. Una vez, durante la carrera, mis amigas y yo fuimos contratadas para un anuncio. Había que simular que llenábamos el Vicente Calderón, pero como éramos cien y entonces no había photoshop, nos iban moviendo por las gradas. Todo esto a pleno sol, no menos de 38º y sin agua. De aquello sacamos en limpio una lipotimia, dos mil pesetas y la convicción de que con nuestro cuerpo no nos ganaríamos la vida.

Más adelante fui chacha, aunque en la agencia lo llamaban pomposamente au-pair, un eufemismo que te devolvía cierta dignidad. Al fin y al cabo, que te digan en inglés “limpia el wc, nena” suena a música celestial y, si tu jefe es el capitán macizo del Manchester United que te lleva al fútbol y a misa en su descapotable, llegas a olvidarte de tu condición de Jane Eyre sin cofia.

Dar clase a una taruga con un hermano pirómano fue mi siguiente cometido. Mientras me afanaba con escaso éxito y nula vocación en explicarle “my taylor is rich”, el colega prendía fuego en su cuarto para comprobar in situ la combustión. Mi carrera de institutriz bien pudo terminar envuelta en llamas (de nuevo como mi heroína Jane, a merced de la sra Rochester) así que me fui con la música a otra parte y la firme convicción de que no me ganaría la vida en el cuerpo de bomberos.

Y con semejante currículum de cloaca llegué al mundo del glamour y el tacón de aguja. Dirás que es un milagro sin parangón, que ríete de la multiplicación de los panes y los peces. Cierto, lo es. Pero no olvido mis raíces y, cada vez que me visto para un acto social megapijo, no puedo por menos que recordar mis orígenes chungos y sentirme como una “My fair lady” resucitada. “The rain in Spain remains in the plain”.