Paula Rego

El sentimiento es “cosa de mujeres”. Algunas lo recogen, lo meten en una cazuela con almíbar y lo sirven en forma de libro mediocre sobre el que se lanzan los buitres carroñeros de uñas afiladas. Así se alimenta la fantasía del sentimentalismo barato (femenino) y se proclama y consolida de generación en generación. Fin de la historia.

Soy mujer. Siento profundamente, luego existo. Y ando como un legionario, según mi padre. También pienso, por cierto. Y me niego a que, como el otro día, me insulten (una mujer) porque protesto. Y un argumento airado pase a ser una “pataleta”.

-Está muy alterada (histérica), yo sólo le he dicho que lo que promete el cupón es un error…

Una vez que te cuelgan un sambenito -“ a sentir, ya pensamos nosotros“- no te queda otra que nadar en sus aguas y, si eres hábil, guardar la ropa intacta de la razón, su ¿antítesis?

Lo cuento ya. El otro día protesté en un sitio porque me sentí estafada. No grité, pero el grado de vehemencia en la escala Richter de mi indignación fue de un 8 sobre 10. La señorita que me atendía llamó a su jefe para contarle que yo “estaba muy alterada” (histérica) y exigía esto y lo otro. Me hirvio la sangre por mí y por todas mis compañeras.

-No estoy alterada, verás, estoy indignada. Espero que conozcas la diferencia. Y si yo fuera un hombre le habrías dicho a tu jefe que yo me he enfadado, te he insultado o vaya usted a saber. No, da gracias al cielo de que no sea una histérica de esas de Paula Rego. Ni una bipolar como la pobre Sylvia Plath  (no me importaría la mitad de su talento y un final menos trágico). Soy una clienta que manifiesta su desacuerdo con argumentos racionales y los envuelve en música de Wagner, y saca las trompetas de Jericó e invoca el galope furioso de los jinetes del Apocalipsis.

La mujer me miraba con ojos despavoridos. Supongo que es mejor vérselas con una histérica de manual que con una ¿loca? que recita incoherencias con nombres raros. A esas alturas ya me había arrepentido del tono, pero la partitura cayó al suelo y no había manera de repetir lo mismo en versión ma non troppo.

Soy mujer y cuando protesto soy una consumidora cabreada, no la prueba fehaciente de que la condición femenina predispone a la irracionalidad. Hija de puta.

(Y el sentimiento es un arma arrojadiza, y la literaturade mujeres” un insulto disfrazado de categoría que ha hecho mucho daño al mercado editorial y a veces se ha utilizado como señuelo para vender bazofia rosa a lectores de criterio endeble, y ha aupado a algunas ¿escritoras? mediocres y necesitadas de una etiqueta mientras que las otras, las del talento, esas mentes brillantes, fértiles y absolutamente lúcidas aguantaban el peso de un baldón secular)

Y, por cierto, sentir profundamente no es un demérito, señorita. Y protestar no es una pataleta, sino la defensa ante los abusos de quienes han pensado que somos tontas por defecto y no sabemos leer la letra pequeña del contrato.

PD. Sí, hoy no me he tomado la medicación. Siento tanto y tan profundo que escojo palabras como dardos. Igual que un hombre.