“Donde hay cangrejo ocioso, hay niño inquieto y avaricioso”.

Me lo acabo de inventar. Y seguro que es porque ayer empecé “El Jilguero” de Dona Tartt en lugar de “El buen relato. Conversaciones sobre la verdad, la ficción y la terapia psicoanalítica“, de J.M Coetzee y Arabella Kurtz (Random House). Además, tomé mis primeros deliciosos boquerones fritos y salté mis primeras olas con Minichuki a la grupa. Por la noche me acribillaron los mosquitos y mi madre trató de convencerme viendo juntas un reportaje de callejeros tipejos de que las drogas son muy malas y no debo dejar salir a mi hija oficialmente mayor de edad a esas calles del mal y la perdición.

Con todo el menú del primer día de holganza completado, me acosté satisfecha y con un oído taponado por las efusiones playeras. Si muevo la cabeza noto el agua moverse como si me apretara una caracola hasta hacer el vacío. Soy la mujer cangrejo.

Hoy, nada más abrir el ojo, me he lanzado a Coetzee con desesperación y un café de cafetera clásica. Ese objeto vintage. Necesito fisgar el psicoanálisis de mi amigo. Saber qué ocultan sus catacumbas. Por si  me da alguna pista para sacar réditos deslumbrantes de las mías y hacerme un “Desgracia“. O algo.

Además, encuentro excitante el outing de diván. Eso que sucede entre tú y tu Freud de cabecera. El buceo a pulmón a profundidades abisales donde no hay excusas ni leyes morales prescritas por otros. Sólo peces sin escamas nadando trabajosamente por un agua fría, tan fría que a veces sales con la piel azul y clamas por una manta de mohair para sofocar los temblores. Pero al final es una victoria. Tu yo desenmascarado. Ese artefacto diabólico que explica que te irriten los agudos de las madres en un tren, pisar migas o la coquetería sin fuste. Entre otras cosas pequeñas.

“Ser el autor de la historia de tu vida (inventarte tu pasado) o bien ser únicamente su narrador. Ofrecer una historia bien tramada o bien contar la historia verdadera”.

“¿Qué relación tengo con la historia de mi vida? (…) ¿Cómo puedo saber yo qué es lo que estoy dejando fuera de forma inconsciente?”.

Ocho de la tarde. Paseamos cerca de una playa nudista. Llena de culos y colas. Le digo a mi hija, que protesta avergonzada. “No digas eso, mamá, no seas marrana”. Me da la risa y pienso en U. antes de despedirnos: “Espero que si nos encontramos estés vestido. De lo contrario te miraré a los ojos fijamente”. Y su respuesta previsible: “Tú te lo pierdes”. 

Coetzee hubiera hecho un relato descarnado y desprovisto de humor del mismo encuentro. Solo por eso no seré Premio Nobel. Me falta la visión sudafricana, ese manto de melancolía que no es lánguida sino tónica como mis músculos en cuanto, dentro de un rato, me sumerja en el mar tras correr unos kilómetros. La rutina jubilosa del amanecer con palmeras despeluchadas que me provocan compasión. Esa imperfección de los cuerpos y de la despensa de casa. ¿No hay cervezas? ¿Dónde está la leche sin lactosa, abuela? ¡Qué bien, has hecho rosquillas!

Ir y venir pesadamente, las primeras horas de descompresión con un vestido rojo flamígero que compraste el día antes, con escote delantero y trasero, largo hasta los pies. Todos tenemos un atuendo de verano y el mío este año ha decidido sepultar mis piernas. Debería contárselo a Arabella. “Rojo como si llevara pelícanos estampados“. Qué tontería. Pero esa es la frase que me saldría en un diván si no fuera porque lo he cambiado por una tumbona de lona azul. Y hablo con las gaviotas, esos bichos cabezones que comen restos podridos y emiten graznidos espantosos.

Avariciosa de mar para mí sola, me dispongo a salir. El día que me ahogue no se enterará ni el farero que vive a escasos metros. Siento la llamada agónica del cangrejo macho, con sólo cabecear a derecha e inquierda. Las niñas duermen, benditas con gesto de dulzura y sudor. Toca domingo. A veces la verdad no es soportable, le dice Arabella a J.M. Lo que no es soportable es la mentira, respondería yo.

Y sin embargo, el fondo del mar está lleno de restos de trolas. Y no veo a las brigadas de limpieza por  allí… Somos naufragio.