Mi querida Big-Bang:

Algunos resucitan al tercer día y otros morimos a diario. El ciclo de la vida es fotosintético y cruel, como el del ficus benjamina. Arte efímero. Un día te levantas pletórico, saltas de la cama con cuidado de posar el pie derecho en el parquet y tres horas más tarde estás mustio y hecho fosfatina porque alguien ahí fuera te ha metido una transfusión de mugre y ponzoña del carajo.

Clasifico al ser humano en luminoso y contaminante, como clasifico los libros en brillantes, prometedores y tostonazos. Conviene no establecer demasiadas categorías, con la venia de Kant, que para eso ya están los ornitólogos y los nombradores de estrellas. Y además yo con lo mucho me lío. Me pones un test con tres casillas y me lanzo a elegir a propulsión, pero si son diez las meninges entran en shock y emborrono el papel. Suspenso seguro.

Los oscuros transitan por las tinieblas sin antifaz, pero de día disimulan con trench de diseño y perfumes caros. Se las ingenian para dotar de un toque de perversión todo lo que tocan. Dicen una cosa, pero están diciendo otra, y despliegan un laberinto dialéctico como la viuda negra despliega su red venenosa. Si entras, estás perdido.

Pero mira que he ido veces a la droguería a por un antídoto infernal en polvo o en spray y al final siempre regreso con bombillas ecológicas, candados para taquillas imaginarias, aguaplast que tapa agujeros sentimentales y lija de grano gordo para alisar las cicatrices que dejan los malos. “Pues vaya pan que haces con esas hostias”, dirás. Pues sí, es lo que tenemos las que vamos a la compra sin lista de la compra, y a los exámenes con chuletas mal escritas. Un sindiós.

Hoy me propongo dar esquinazo a los tóxicos que se asomen por el cristal. Seré sorda, ciega y muda. Puede que hasta bizca. Pienso recibir con taras a los tarados y con vodka a los forajidos que entran en las tabernas pidiendo zarzaparrilla. Os tengo calaos, que lo sepáis, y si me concentro mucho puedo mover jarrones con mi mente o aplastaros el brushing de un soplido, como Supermán. Bye bye, damas y caballeros de las tinieblas, huele a primavera y nadie os ha dado una vela en este entierro luminoso y febril.