Mi querida Big-Bang:

Los viernes me sale un espíritu de chacha en día de libranza tal que sólo me falta ponerme la cofia y bailar. La semana muere en buenas manos, me digo mientras echo un vistazo al armacio en busca del look más acorde con mi exultante revolución interior. Es viernes, y debería tener un planazo, una cita morbosa con Jack el Destripador o una sentada de pipas Facundo con gin tonic a conjunto con mi amiga A, pero no, tengo algo mucho mejor: Un anónimo.

“Mi querida X”, arranca el autor en un alarde de pasmosa originalidad. “Creo que te escoras peligrosamente hacia la tara mental, y que te ríes hasta de la sombra de tus muertos, lo que te convierte en un elemento poco compatible con ninguno de los de la tabla periódica, y mira que son muchos y de nombres endiablados…”

El tipejillo -en adelante Mr Rubidio- cree conocerme mejor que mi madre, y no escatima en piropos en su párrafo subsiguiente, lleno de cacofonías y pequeños errores ortográficos que excitan a la fiera de la RAE que me habita. “Es una pena que desperdicies tu talento en urdir tramas de tercera regional aptas para pobres de espíritu anegados en el barro de la inconsistencia”. ¡Toma jeroma pastillas de goma!

“Si ya te lo decía yo, que tantos años estudiando a Kierkegaard para terminar hablando de Lagerfeld iba a volverse en tu contra”, me dice B. al otro lado del teléfono, mientras trato de aplicarme una hoja de aloe vera, con pinchos y todo, en la erupción que me ha provocado la lectura del anónimo.

-Ya, chitina, pero convendrás que una mujer sin anónimo es como un campo sin flores. Y que si me escribe es porque en el fondo me ama, como Calixto a Melibea, como Cyrano a la tronka lánguida aquella. El anónimo, por definición, es un género de corazones en vilo, de amores reventones, de pasiones exultantes…

-…Y de serial killers, bonita,¿ o ya no te acuerdas de los peliculones que hemos visto cagadas de miedo en el salón de tu casa?. Llega el sobre sin remite, lo abres y alguien ha recortado las letras del tetra brick de la leche: “hoy se te olvidará respirar”.

Bueno, sí, lo mismo hay alguien ahí fuera que desea verme en el otro barrio, y todo por sacar mi frivolidad a pasear. El real life está lleno de intensos que creen que la ligereza es un acto de terrorismo cultural, y que una señorita cultivada como yo no debería rebozarse en el fango del pensamiento mousse, el equivalente al sexo vainilla. ¿Acaso no saben que para llegar a la poesía desnuda JRJ tuvo que pasar por un estadío chungo y muy, pero que muy intelectual, el hombre? ¡Qué poca mundología tiene el personal ahí fuera!, me defiendo escocida por el desdén y por el picor de mi urticaria somática.

Seguro que Mr Rubidio es un hombre bajito, contrahecho y cargado de hombros. Un inadaptado social que teledirige a las masas desde una tribuna invisible, como el Dani de Vitto de las alcantarillas en Batman 2. “Bueno, si eso es lo que quieres pensar…”, replica mohína B., esa que se dice mi amiga y que sin que nadie le haya dado el papel se erige hoy en tocapelotas oficial.

Cuelgo y reflexiono brevemente, porque eso cansa. Abro el armario. Extraigo mi último hit parade: un mono estilo ABBA repretón que marca hasta las malas intenciones. Los labios, rojo sangre de pichón. La mecha, rubio Calleja. Me coloco el suti con gesto de putón de esquina, pongo a tope a mi Gloria Gaynor -que debe estar harta de que la sobreexponga- y me dispongo a salir a luchar contra un ejército de anónimos que me aman.

Como Elena de Troya, como Juana de Arco.