Tranquilos, que no voy a hablar de fútbol. Hace años que no veo otro partido que no sea una final donde juegue España y siempre con amigos y cervezas. Sin embargo no puedo evitar leer los titulares de deportes, quizás porque cuando opté a una beca para la cadena SER, allende los años,  me preguntaron en el examen quién ostentaba el record mundial de salto de longitud, dato que por supuesto ignoraba y cuya respuesta correcta era “Bob Beamon” (ya no se me olvida, lo malo es que de entonces a ahora lo mismo alguien le ha bajado a codazos del pódium).

Y ahora ya podéis respingar: me gusta Mourinho. Veo en él a un personaje tan evidente, tan sobreactuado, que me muero por saber cómo es en la intimidad. Me divierten sus exabruptos, sus salidas de madre, sus gestos ariscos con la prensa. Me provocan sus canas, sus ojos incandescentes, sus desplantes y esas frases suyas, como la que leo hoy: “¿Casillas? Estar siempre en la zona de confort no es bueno”.

Tiene toda la razón. Uno aprende cuando sale del círculo de seguridad. Cuando se cae del tobogán, cuando abandona el taca taca. La zona de confort nos protege pero impide que nos midamos con nosotros mismos. Es ese básico seguro de nuestro fondo de armario, pero a veces hay que experimentar aunque salgas a la calle hecha una mamarracha.

Salirse de la zona de confort es como explorar el lado oscuro de Luke Skywalker. Da miedo, pero promete aventura, tensión, electricidad en el estómago. La zona de confort es el novio de toda la vida que ya no te excita pero te da la mano en el cine, el trabajo que dominas aunque no te exige ni el 30% de tu capacida; es, son, esos libros de autores que alimentan el hígado pero no el cerebro y cuando los cierras sientes la nada regurgitando en lugar de esa abducción de los libros que alumbran certezas en las que nunca te detuviste. La zona de confort es una mierda,  lo digo a lo Mourinho y espero ser perdonada.

Ser cobarde/confortable es no atreverse a probar un sabor distinto y seguir diciendo que como la paella española no hay nada. Es no jugársela por una relación que exige un salto al vacío. Es cumplir los cuarenta y sostener que a esta edad ya no se hacen amigos nuevos, ya no se aprende a bailar hip hop, ya no quedan más retos que madurar en buena lid y conservar como sea la tersura de la piel.

La zona de confort es saberse elegido, eso es lo que dice Mourinho. Y no tensar el músculo para salir disparado a una carrera donde te juegas un lugar en el campo. Creo que la palabra “incuestionable” encierra su veneno. Crecemos cuando nos cuestionan, cuando nos descolocan, cuando tiran de nosotros en el sentido contrario a nuestras inercias.

The Big-Bang theory

No hay nada más triste ni más cómodo que tu asiento en el salón con la forma de tu anatomía. Ser un Sheldon Cooper sin superdotación intelectual (valga el guiño a los fans de The Big Bang Theory). A veces hay que cambiar de silla, cambiar de novio, cambiar de look, cambiar de país y cambiar los ingredientes de tu paella para cuatro, aunque luego sepa a rayos.

Así que, querido Mou, me propongo para 2012 salir de mi zona de confort. Permíteme que mantenga mis madrugadas al teclado y mis dos cafés ristrettos del tirón. Soy tuya, haré lo que sea para que me elijas, como lo hará Iker Casillas para seguir siendo titular.

P.D. Aprobé ese examen de la SER. Fui becaria y jamás pisé la zona de confort como jamás me tocó hacer una sola crónica de deportes. Con esa tara vivo, veinte años después...