Mi querida Big-Bang;

Mi querida A-1 acaba de volver de un congreso sobre sexo y desde este momento la considero mi gurú. Miss Orgasmo. Ya mismo estoy organizando un encuentro en casa, a los pies de mi flamante estantería Taj Majal, para que nos ilumine con novedades, posturas truculentas y juguetes que incorporen música de lady Gaga a la vibración, o algo así.

El sexo, lo que tiene, es que es muy aspiracional y mecánico. Tú te miras una porno y puedes reducirla a cuatro o cinco cómodos pasos (tocar, chupar, meter, sacar, jadear) , como la Thermomix (5,7, 9), pero cuando te pones a ello te sale pelín amateur, sobreactuado, o directamente te da la risa floja y se evapora la libido. Así le pasó a mi amiga C, que se compró para animar su pobre existencia sexo-matrimonial unas esposas con peluchete bicolor incorporado y un gel efecto frío-calor que convertiría los orgasmos de ambos en una secuencia de “Alarido”.

“Para empezar, las esposas se quedaron bloqueadas y casi me gangrenan la muñeca -relata ella- así que mi marido me echó un buen chorro de gel para lograr que salieran, sin dejar de contonearse con el kit de tanga leopardo a conjunto con muñequeras para ponerme cachondilla. Y entonces empecé a tiritar por el efecto frío y se me congelaron las pasiones”. Huelga decir que esa pareja ha vuelto al método tradicional.

Sin duda, Miss Orgasmo no va a escatimar en demostraciones prácticas. Si le pedimos el molinete, nos lo hará, porque la mujer es complaciente y flexible como ella sola. Y se toma muy en serio lo de la docencia erótica. Tanto, que escribió una película sobre la materia y desde entonces los viejos han vuelto a follar (con perdón) sin culpa.

Aunque están los que prefieren el cine para inspirarse, y puedo aportar mis pruebas como observadora desde el front row. El azar ha querido que J. viva justo encima de una de las pocas salas X que quedan en Madrid. Con títulos molones e imaginativos del tipo “Conejitas viciosas y otras cosas del meter”. En principio, la ubicación del cine era un problema, porque los taxistas me miran distinto cuando les digo que paren “justo donde los cines ésos”. Pero a la larga el lugar nos ha deparado no pocas satisfaciones. Bajamos a la calle y echamos el rato observando a los hombres que salen del lugar con paso apresurado. E imaginamos un negocio con pingües beneficios a base de chantajes. O, en su defecto, una sala porno con cine fórum donde Miss Orgasmo haría las delicias del público y,ahora sí, regalaríamos a la salida unas esposas con peluchete bicolor bien engrasadas y un ejemplar firmado de nuestro libro “El orgasmo como espasmo”. ¿A que mola?