Mi querida Big-Bang:

Considero que en el fondo de armario de toda moderna debería haber una reivindicación absurda, una salida del tiesto o del armario, un detonador de bolsillo, un rouge epatante y un billete hacia el olvido. Estoy harta de esos reportajes de famosa que vuelca su bolsaco de Chanel para enseñar lo que lleva dentro. Y de que lo más transgresor sea el chupete del niño, una barrita light de espinacas o una caja de condones en una funda discreta (la funda de la funda, mira tú).

A mí me parece que guardar la obviedad es vulgar y muy siglo XX. Ocultar es trendy. Abrir la cremallera y que salgan de ahí dentro, por ejemplo, los planos del asalto vía butrón al banco de la esquina de tu barrio te confiere un barniz mucho más acorde con las exigencias de los tiempos. Sorprende y vencerás.

Retrocedamos. Yo solía ser explícita y nada misteriosa. Hasta que descubrí que las que se lo llevaban crudo eran esas del mohín levemente alterado, la mirada insinuante, el escote a media asta y las frases sin rematar. Claro, si uno se mueve en el vasto territorio de la ambigüedad, las posibilidades de encajar en los presupuestos de los otros son mayores. Pura matemática. Es como jugar 200 apuestas a la Bono Loto en lugar de las dos que me juego cada jueves, con alborozada fe y ningún resultado.

Ocultar funciona para la seducción, el coqueteo, el mus y para la playa. ¿Cuántas caras reguleras yacen bajo un golpe de melenaza bien cuidada? Y sí, antes de que se me echen las hienas encima reconoceré que hay algo de envidia tiñosa en mi desdén hacia las enguapecidas con pelazo Pantene. Nunca podré competir con vosotras, chitinas. Tendré que cultivar el misterio en mis tacones, mis teorías personales sobre la extinción del macho alfa o esa cadencia sexy al caminar que consiste en pisar sólo las balsosas desportilladas de Madrid, lo que me obliga a interesantes contorsiones sobre mis zapatos.

Propongo ocultar las incertidumbres, el regaliz rojo que te zampas en la oscuridad del cine, la presbicia y el desdoro, el casco de la bici, la burla y el desdén. La talla de más que pillaste en vacaciones, el plan B. Guardemos una dosis de veneno y la botella de gin, por si las moscas. Y esa levedad que otorga un bolso lleno de planes que no pesan, de expectativas volanderas, de gloria bendita y risas a granel. Ocultar es vivir, diría yo.