Brontë, by J.G

Ahora que sé que no me ha tocado la lotería, estoy mucho más tranquila. La suerte súbita es como la muerte súbita. Te pilla siempre con el paso cambiado. En casa siempre se nos ha inoculado el virus del esfuerzo con sus mantras y por alguna razón que se me escapa el 50 por 100 de mis hijas está vacunada contra él. Así que de nada me sirve soltar el rollo de “si ahora estudias mañana podrás elegir la vida que quieras llevar”. Es más, cuando me escucho decirlo me siento un cruce letal entre Fátima Báñez y Cristóbal Montoro. 

A falta de audiencia doméstica saco a mi Brontë a pasear. Poco a poco vamos acercándonos a las pandillas perrunas, que nos acogen con los brazos abiertos. Los chuchos son un pasaporte a la sociabilidad, hay quien dice que al ligue. En mi caso, me sirve para aprender del celo macho (y que Brontín en bisexual y casi que dado a los tríos), de la dieta (lo estamos haciendo fatal. Un perro jamás debe comer menú de humanos), o del sueño (todo dios mete en la cama a sus canes, y luego se espantan ante la palabra “zoofilia”). En estos grupos no hay bulling, se practica el amor universal y la paciencia de Job. Por ejemplo, hay una mujer raruna que cada día me pregunta tres veces: “¿Cómo se llama tu perro?” Y yo: Brontë. Y ella: “¿Brote?”. Y yo: “Brontë, con ene”. Y ella. ¿Bro-te? Y yo. “Bron-të, como las hermanas” (lo cual empeora la cosa porque la pobre se pone a buscar hermanas de mi perro entre la maleza y como no ve nada se cabrea y termina soltándome una suerte de maldición: “Pues los cocker tienen muy mala leche”. A lo que yo, muy digna, respondo: “Pues el mío, no”.

Nunca he defendido con tanta pasión a mis chukinas, ahora que lo pienso. Cuando me llamaban los tutores para recitarme sus proezas yo me sentía examinada a nivel madre, así que reforzaba la tesis del desastre filial y me defendía como buenamente podía. En el parque, los padres en general me parecían unos petardos porque sólo hablaban del Dalsy, de los potitos, los mocos o las cacas. No de zoofilias, castración sí, castración no o alojamientos petfriendly. Temazos con los que ahora distraigo nuestras salidas. Un padre perruno es mucho más solidario que un humano. Vigila a tu animal como al suyo y si el tuyo es humillado con saña, como ayer mi Brontë, por el resto de la manada (unos chulitos mayores que están resabiados por los años y tantas horas de recreo), ellos siempre se ponen en tu lugar. Además, si pierdes tu bombilla gusiluz el día del estreno, se ofrecen obsequiosos a buscarlo y se organiza una batida de relumbrón en cuestión de segundos que ríete de la de Chencho en “La gran familia”.

Luego está la naturalidad. Yo siempre había pensado que cuando a tu perro le daba por montarse encima de otro perro el dueño/a se mosquearía contigo. Pero no. Hasta la fecha los torpes escarceos de Brontë con machos y hembras (ahora entiendo lo del “tanto monta” que nos han vendido como cosa de los Reyes Católicos) se asumen como parte de su desarrollo vital, aunque yo no puedo evitar ponerme un poco tensa e instar al violador a que reponga su actitud, con toquecillos en el lomo poco convincentes.

El verdadero significado…

Si me hubiera tocado la lotería habría comprado a mi cachorro  un chucho  hinchable o  arnés nuevo deluxe con diamantes de pega, campanillas y faraláes. Como no es el caso, le pondré el de siempre y bajaremos a buscar a la de los brotes (psicóticos) y a comprar el periódico. Dos gestos cotidianos que le dan a la vida esa sensación de seguridad y rutina tan necesarias para seguir cuerdo, mientras esos desaforados gritan en la tele “me ha tocado el gordoooooooo” y me lleno de indisimulada tiña porque no me queda otra que seguir practicando el esfuerzo de marras y soltarle el rollo a mis hijas con cada vez menos éxito de público y de crítica.

PD. Hablando de crítica, recomiendo vivamente una  película que vi el otro día,  “El sacrificio de un ciervo sagrado”, del demoledor y salvaje Yorgos Lanthimos. Un director griego a quien venero – el mismo de “Canino” o de “Langosta“, que habla de la familia desde presupuestos tan destroyer que sales convencido de que la tuya es un chollazo, con perro bisexual y fracaso escolar ocasional incluidos.