1.Leo en mi deambular nocturno que el último teléfono rutilante “se puede meter al congelador o en agua hirviando”. Me pregunto quién será el imbécil que lo ponga a prueba. Que invierta en el terminal para poder chulearse de estas altas capacidades tecnológicas. Me pregunto también por qué los fabricantes no inventan un señuelo más real: un móvil que se te cae al inodoro y no pasa nada incluso cuando ya tiraste de la cadena (incidente del que conozco varios casos cercanos) . Una buena publicidad escatológica, eso echo de menos en este escaparate de tontería devoratriz que se llama la tecnomoda y  es tecnodelirio. “Tu móvil es una mierda si no sobrevive a la mierda”, sería el claim.

2.Esta semana he visto dos películas. El documental “Eight days, a week”, de los Beatles, y “Caballo dinero”, del portugués Pedro Costa. La primera, de la que hablan maravillas, me pareció una sucesión algo mareante y de estructura repetitiva de fotos e imágenes mezcladas con voces y canciones que me sé (eso siempre anima). Que fueran inéditas tiene su valor, sobre todo si eres muy fan. Me gustó que una de las claves del éxito del grupo tuviera que ver con eso tan simple y tan insólito que es divertirse en el trabajo, o aún mejor: convertir lo que te divierte en lo que te da de comer. Descubrí el sex appeal irresistible de Ringo Starr, y la inteligencia aguda de John. El optimismo irónico y bienqueda de Paul y el relleno insuperable de Harrison. Eran un equipo, eran amigos con egos dispares y si yo tuviera una escuela de negocios (y supiera de negocios) utilizaría este ejemplo para hablar de éxito. El mejor ejemplo de liderazgo seguramente consiste en agrupar talentos complementarios. Y hacer que se lo pasen como niños con una batería, un bajo, una guitarra. (De los problemas con las drogas, las envidias de gallos y las esposas chungas ni se habla. No ensuciemos el ideal…).

Caballo Dinero, de Pedro Costa

3.Lo de “Caballo dinero” es droga dura. Tenebrismo ético y estético justo de palabras. Fue “mi primer Pedro Costa” y advertida llegué al cine.  Culpa, memoria y desmemoria, miseria, abusos, violencia, compasión y nada éxplícito. O cómo convertirte, espectador, en un topo que avanza trabajoso por un agujero en el subsuelo, igual que los protagonistas de la película. Ventura y Vitalina son mis héroes. Su pura verdad, su condición de víctimas que se arrastran cual zombies y murmuran su pesar como una letanía de sombras chinescas. Su dignidad majestuosa. Cine sin espejismos ni una gran batería de marketing detrás que durará unos días en taquilla (¿Eight days¿, ¿a week?) y se lo tragará la tierra sin responso.

4.La Artista antes llamada Minichuki cumple hoy 14 años y a las 00.15 se me echa encima en la cama para que la bese y la felicite. Su peso sobre mí me lleva en flashback a esa primera vez, a las tres de la tarde, en la que la sentí moverse, papitante, las cosquillas de su pelo aún húmedo sobre mi pecho, entre vagidos y oliendo a vientre abandonado. Ayer ese otro olor adolescente, y aplastada de niña que no es niña y toca el bajo fingiéndose una star. Qué maravilla.

5.En este Otoño raro y delincuente encadeno sobresaltos y me apunto al gimnasio con mi hija. Dilato los encuentros, esquivo letras mediocres como balas, paseo kilómetros sin bajarme de mis Nike y duermo regular algunas noches. Nada muy relevante, nada definitivo ni estruendoso. Y el ritmo de las teclas es una de los Beatles, aunque yo siempre fui mucho más Rolling Stone (pero no sé sus letras del demonio, y sí las de los chicos limpios de Liverpool. Debo pensar en ello).