Pierre Bonnard en Fundación Mapfre

“Venid a mi danza, pues sois mortal”

Anoche una mujer sostenía mi espalda y cubría con su otra mano mi esternón, los ojos cerrados, en un rapto sacrocraneal que relajó el píloro en llamas -según ella- y me tuvo al borde de una dulce inconsciencia -según yo. Hoy he dormido como si hubiera muerto,  y creo recordar que en sueños me sumergía en una bañera antigua de loza blanco roto, la cabeza bien dentro, y ese silencio ungido, tan hueco, inexorable, que comparten los buzos y los peces. También los ahogados, imagino, cuando sólo cabe la entrega antes de rendir el último hálito de vida.

La culpa la tiene Pierre Bonnard. Esas mujeres abiertas, yacientes, tan desnudas de sus cuadros. Los colores flamígeros, pastel, jamás negros ni grises,  que no distraen del todo de la soledad voluptuosa de esos primeros cuerpos, del desmadeje distraído y melancólico de los últimos. Un abandono que habla de la muerte, y de repente, en la última sala, la de los grandes murales, la que menos me gustó, la alusión diabólica en un breve cartel informativo al “Memento Mori“.

Recuerda que has de morir“,  esa voz del tópico literario y pictórico que es un canto para estrangular cualquier atisbo de soberbia. Y una invitación a apurar la vida con deleite. Eres una mujer desnuda en una tina de agua casi verdosa que se enfría despacio, tus pies ya casi yertos. Hay un cuadro en el que la sirena, creo que era su esposa Martha, carece de cabeza y juraría que la punta de esos dedos se ha despedido del mundo. Tanta desolación sin dramatismo. Y esos espacios y objetos cotidianos donde uno piensa que está salvo. El pan con mantequilla, las tazas de porcelana algo desportilladas. El aparador. La jofaina (“hay nombres que abrigan”, apuntaba yo).

Mujeres tan solas, y tan ensimismadas. Ajenas al voyeur que las atisba desde una puerta semicerrada. Hay estados imperturbables, creo que garabateé (digo que creo porque no hay quien entienda mi escritura en ese puro vértigo). Pierre Bonnard y su esposa, Pierre Bonnard y su amante suicidanda. De sus miradas indiscretas. De ese ahogar mujeres en bañeras, las piernas abiertas, el sexo a la vista, vulnerable. Y ese desafío a las divinas leyes de la santa perspectiva. Tan magnético, que casi irreverente.

Anotaciones sonámbulas

La Fundación Mapfre es una de mis iglesias preferidas de cuando deambulo a mediodía. Ese jardín pequeño de la entrada. Frente a un café de cristal de espíritu art nouveau donde la camarera me llama por mi nombre y me sienta en veladores diminutos al verme llegar sola. Y entonces apuro el plato y una fuerza me lleva hasta Bonnard, y no todo me gusta por igual. Los cuadros japoneses algo menos. Los murales enormes, ya lo he dicho. Pero no puedo dejar de contemplar a esas desnudas, que no están desvalidas sino entregadas a su final incierto. En el cuarto de baño, en la tibia penumbra del dormitorio. Huérfanas, orgullosas, absortas, quietas. Solas frente a sí mismas aunque un ejército de mironescon pincel rodeara sus cuerpos a traición.

Hay una soledad inconmovible. Que permite cualquier introspección, y pierde el hilo. Desnuda, en sepulcral entrega a unas manos que apagan los incendios de tu cuerpo. Y es un cuadro de Bonnard, tan sobrecogedor que luego sueñas y miras con cautela las bañeras. Y ya quieres volver, memento mori.

SALMO XVIII

Todo tras sí lo lleva el año breve
de la vida mortal, burlando el brío
al acero valiente, al mármol frío,
que contra el tiempo su dureza atreve.

Aún no ha nacido el pie cuando se mueve
camino de la muerte, donde envío
mi vida oscura: pobre y turbio río
que negro mar con altas ondas bebe.

Cada corto momento es paso largo
que doy a mi pesar en tal jornada,
pues parado y durmiendo siempre aguijo.

Corto suspiro, último y amargo,
es la muerte forzosa y heredada;
mas si es ley y no pena, ¿qué me aflijo?

(Francisco de Quevedo)

PD. La canción no pega ni con cola, pero que la mandaron ayer y aquí la dejo!