Me pregunto cuántos de nosotros somos corruptos potenciales. Lo digo desde la frustración porque nunca me han sobornado con más sobre con dinero que el aguinaldo navideño de mi abuela: “Toma, nena, para que te convides”.

O sea, que no he sido tentada por los dioses con pagas extras bajo cuerda acompañadas de una palmadita en la espalda. Como la mayoría de la gente.

El sobre puede ser  la cal que blanquea la inmundicia, se me ocurre. Y entonces veo a esos presuntos alargando la manita cada fin de mes para redondear un sueldo mientras con la otra se tapaban la nariz, o puede que ni eso.

(Presuntamente. Desde luego)

El problema de los sobres es que una vez que has cogido el primero y compruebas que no pasa nada, que el suelo no se abre bajo tus pies ni te queman las llamas del infierno, te lanzas a por el segundo, y de ahí a un tercero hay corto trecho porque ya calzas las botas de siete leguas. Así, zancada a zancada, se consolida un derecho fundamental no escrito en la Constitución. Y el día que dejan de dártelo te defiendes con los dientes apretados. ¡¡¡Cómo, que ya no tengo sobre. Pero qué broma es esta???

La codicia es adictiva. La avaricia rompe el saco.

Y los que se dejan seducir por el delito -de eso hablamos, presuntamente- piensan que son más listos que nadie. Que es imposible que los pillen. Y van descuidándose como un ejército en tiempos de paz. Hasta que un día el enemigo los sorprende con los tanques mientras daban cuenta de un banquete pantagruélico a la orilla del mar.

Son tiempos de morir matando. Las tramas de codiciosos no parecen tener en cuenta que si pillan a uno y este se siente traicionado por sus cómplices, tirará de la manta. Mostrará mails comprometidos. Números de cuentas bancarias en paraísos fiscales. Cajas B. con iniciales que hasta un idiota podría identificar.

Y el resto de los mortales se quedará boquiabierto, indignado. Y convertirá en himno de guerra el clásico“comentario de taxista”: 

“Son todos unos sinvergüenzas”.

Espero que esos sinvergüenzas hayan dormido mal esta noche, con el terror a que sus nombres vayan saliendo a la luz en un outing de bochorno.

Al parecer no leyeron la letra pequeña al dorso del sobre: La parte contratante te dejará en pelotas si te sorprenden y jurará ante dios y ante los hombres que no te conoce de nada.

El verdadero problema de la corrupción es que le pone la alfombra roja al populismo. Al descreimiento. A la desesperanza. A la ira. Al escepticismo radical.

Presuntamente.