Mi querida Big-Bang:

¿Existen las casualidades? Desde luego que sí! A diferencia de Paul Auster, prefiero no analizarlas demasiado ni elevarlas a categoría de trama o fatal destino. Son, llegan, te sacuden, se van. Como un buen arroz con bogavante. Hace unos meses vi una película argentina bastante floja en la que la protagonista, una mujer malhumorada, decía odiar a a gente que anda a la caza de casualidades para entablar conversaciones chungas: el mismo horóscopo, la misma aversión a volar, el mismo proctólogo, idénticas manías a la hora del sexo…

Luego está la famosa teoría de los seis grados, un recurso manido y más sofisticado que la ley de Murphy cuando se trata de epatar en una mesa y hacerse la enteradilla (mi caso). En realidad, los únicos grados que me interesan son los de las cuestas cuando me precipito por ellas subida en los patines, con más entusiasmo que vocación o destreza. O los grados de la botella de ron, como la pirata con mechas que pretendo ser.

A seis grados de mi vida está, ya cerca, una boda con expectativas. En mi familia somos muy de bodas, bautizos y comuniones. Todo lo que tenga un rito prefabricado, una mesa con comida y la oportunidad de interrumpir a los demás cuando están hablando nos pone cachondísimos. Interrumpir es un deporte casi tan olímpico como casarse, pero más de mayorías. Los que se casan mañana son dos gladiadores del amor, y el circo entero se dispone a aclamarlos con el pulgar apuntando hacia el cielo.

Entretanto, yo ando por la calle enganchada a Van Morrison, convertida en una brown eyed girl cualquiera que engulle casualidades como el que caza gamusinos. Y conste que iba advertida por partida doble, a saber: Walter Mercado y Susan Miller, mis dos gurús del devenir. Esos que diseñan mi horóscopo para asegurarse de que forzaré la teoría de los seis grados para que todo suceda y siga creyendo en las brujas.

Vale, creo. Dejad de enviarme señales. No pienso resistirme al influjo de los astros, me entrego silente y revenida. Mañana toca boda y pasado dios dirá. Ahora te dejo, que debo preparar una tanda de lugares comunes por si me sientan a una mesa donde cada comensal me ametralle con una ristra de casualidades pret a porter. Mi cuerpo es ya de viernes, mi cansancio, de domingo. Y ahora mismo me liaría con cualquiera que me prometiese un arroz con bogavante o un baile al son de Morrison. Have I told you lately….?