Uno es los amigos que tiene.

Sospecho de la gente de pocos amigos. Y de la de demasiados. También de los que critican sin parar, también a sus amigos. Y especialmente a quienes se rodean de amigos chungos, retorcidos y diletantes.

Esto viene a que el fin de semana asistí al cumpleaños de S., amiga reciente, y conocí a sus amigos. Sólo viéndolos hubiera podido hablar de ella, aunque no la conociera. Eran abiertos, variados, artistas, hippies …Sonrientes, dispuestos, generosos. 

Como ella.

Pensé que con un grupo así uno necesita bien poco. Pensé en mis amigos, que me hacen más y mejor. Pensé que pasados los cuarenta no eres nadie si no tienes a nadie que te recoja, que te empuje, que te critique con cariño, que te aliente y te cuestione.

Entonces otra gran amiga, L, me dijo que borrara de mi agenda a quien ya no es mi amigo. Y me pareció bien, porque L. es sabia y ha vivido y siempre me da consejos de amiga aunque escuezan.

Y luego hablé con A., mi gran amiga, y nos contamos el día mientras las Chukis peleaban por pegarse a mí como ladillas en el sofá.

Y pensé que crecer es apartar la gente tóxica de tu lado y arrejuntarse con la otra. La que te aúpa y te celebra.

Y que un amigo es ese ante quien te muestras reversible.

Y me di cuenta de la gran suerte que tengo. Y que cuando me someto al escrutinio salvaje de mi propia mirada suelo salir herida de muerte.

Y entonces me acuerdo de mis amigos. Y me indulto.

P.D. Una de mis películas favoritas es “Los amigos de Peter”. Habla de todo esto, incluidas las crisis de amistad.
Y ESTE POST ES UN POCO EMPALAGOSO, LO ASUMO. UNA TIENE SUS DEBILIDADES