Cuando llego a un hotel de lujo, me entra el síndrome Rolling Stone.

Quisiera saltar sobre la cama king size, beberme de golpe el mini bar, tirar los papeles de las chocolatinas al suelo y usar todas las toallas, una por una, tontamente. Desenfundar una guitarra eléctrica, romper con ella el cristal de la ventana y tocar algo furioso en pelotas con vistas a una plaza muy frecuentada…Salir a la calle y elegir a un hombre cualquiera que se parezca a Eduard Norton. Llevármelo a mi suite, devolverlo a su vida tras hacerme feliz. Tragar champán. Tragar gin tonic. Tragar.

Todo, menos esnifarme a mi abuela.

Los convencionalismos de la educación/cultura llegan hasta donde el instinto animal sigue haciendo de las suyas.

A veces quisiera decirle al de enfrente: “¿de verdad te crees que soy idiota?”. Quisiera escribir una carta al director del que fuera mi periódico de referencia confesándome apóstata de su falacia. Tirar a la basura algunos cuentos. Expoliar al fisco. Vender mi alma en cómodos plazos. Vivir en Finlandia o, en su defecto, en las Fidji. Dar un golpe maestro con Paul Newman. Teñirme de azul. Comer con los codos en la mesa. Cultivar la boutade con espero.http://youtu.be/tuGjBNSRi1c

Ser salvaje, pero no buen salvaje.

Ejecutar una performance gótica y flamígera. Repudiar a los míos. Hablar sólo con extraños.

Ser realmente antisistema.

Lo dejo aquí, llama el servicio de habitaciones y debo preparar su propina y ponerme el albornoz blanco.

Mick, Keith…hasta aquí puedo llegar, so sorry.

http://youtu.be/tuGjBNSRi1c