Leo que Leire Pajín abandona el escaño en plena hecatombe del PSOE y pienso mal, fatal.

Sí, yo soy de esas que jamás han simpatizado con la jovenzuela que aupó Zapatero nombrándola todo tipo de cargos rimbombantes hasta coronar vertiginosa la cartera ministerial. Nunca la vi muy dotada de talento, y sus vehemencias al micrófono me parecían pelín sobreactuadas. Pero a veces me he mordido la lengua en esos círculos que se ensañaban con su pelo, su ordinariez o sus inteligentes frases sobre el alineamiento planetario entre Obama y ZP.

Cuando Leire asomaba en el Telediario, yo no perdía ripio. Y lo siguiente era sensación de culpa por tener la mirada tan llena de ponzoña. La chica, seguro que sí, llevaba la política en sus venas como yo llevo el tinte platino: tan arraigado que ni recuerdo de qué color tenía el pelo.

Hubo un alcalde, creo recordar, que hizo un comentario soez y machista sobre ella. Luego, un periódico la sacó en biquini marcando aquellas zonas de su anatomía que se habían desbordado. Entre todos los bocazas la fueron convirtiendo en mártir. Y, tras la derrota socialista, Pajín se ensombreció y dejó de salir en los medios, condenada a la oscuridad sisífica del trabajo de oposición.

Y al parecer se ha mustiado. Lo entiendo, Leire, es duro remar a contracorriente. Vivimos una época donde quien gobierna no es tu enemigo natural en el Congreso sino la señora Merkel y sus secuaces, así que no procede lanzar dardos envenados contra el Gobierno, sino arrimar el hombro y practicar la solidaridad de Estado. Y entonces tú te marchas, abandonas como el capitán de Costa Custodia. (O lo mismo te han dejado sin voz porque apoyaste a Carme Chacón, otra que aguarda a la sombra su tercera, cuarta o quinta oportunidad).

Vale, sí, fichar por una ONG no parece rutilante. Tu amiga Bibiana Aído fue más lista y anda por Nueva York de la mano de Michelle Bachelet, en un puestazo en la ONU que ya querría mi madre para mí. Tú tienes pasaporte de ida y vuelta -no más de un año- y te borras de la nada para coger fuerzas en lotananza y regresar cuando vengan mejor dadas.

Ahora, cuando mis amigos progresistas y feministas me pongan verde por criticarte, diré bien alto que no pienso defender a una mujer por el hecho de serlo. Nunca lo hice. Quizás porque aunque entiendo los desmanes del machismo, creo que hacer defensa de la mediocridad nos perjudica a todas. Detesto las listas forzadas en pro de la paridad como también los círculos de señores con puro que exhiben poder entre palmetazos en la espalda mientras te cuentan un chiste verde para ver qué cara pones, nena, y hacerte sentir que en el territorio que han meado sólo cabes si clavas una barra americana y te contoneas como Demi Moore en Striptease, ese bodrio que ponían ayer en la tele.

Querida Leire Pajín, que te vaya bonito. Aprovecha tu año sabático de escaño y pasilleo para reflexionar sobre política y sacrificio. Sé una más y no grites tanto. Puede que la distancia de ti misma te ayude a encontrar un sitio acorde con tus capacidades, sean las que sean.

Y a la vuelta demuéstrales a todos que eras algo más que la chica de Zapatero. Que la chica de ayer.