Me violentan bastante las personas que insisten mucho en algo, pese a que tú te escurres de su apremio con cara de pocos amigos. Ellas vuelven a la carga con vanos argumentos que refuerzan con la taladradora de las formas. Al final a veces logran que accedas por puro hartazgo, como esos niños porculeros que se salen con la suya a base de repetir sus deseos como una sinfonía machacona.

Todos hemos deseado alguna vez a la persona inapropiada y, lejos de retirarnos a tiempo, hemos insistido con un ariete de titanio hasta darnos cuenta de que incluso la pasión más básica requiere reciprocidad. Si no, te conviertes en fan desaforado y sudoroso que pega botes mientras el artista mira hacia otro lado.

Como madre imperfecta y contemporánea aprovecho la mínima para dar lecciones domésticas de sutoestima. Lo mío es la pedagogía punkarra. “Mami, todas se juntan y me dejan fuera  porque dicen que soy un chicazo”. Respuesta inmediata: “Lo mismo son unas tiñosas y unas cursis incapaces de dar con el pie al balón. Tú finge que no te importa, pero sobre todo no supliques entrar en ese harén rosa. Ya te reclamarán cuando el almíbar se les indigeste”.

Luego sufro un pellizco en el estómago cuando escucho a Minichuki alborozada porque la han llamado para anunciarle que sí, que tiene una plaza en el selecto club del patio. Y me da lástima, y no me queda otra que alegrarme con ella y celebrar su éxito social por el pasillo.

“Si no te quieren debes irte” es una lección dura que no se enseña y que me parece imprescindible para ser feliz. Y habrá quien contraargumente con eso del tesón y el esfuerzo, del pico y la pala, pero para mí que son armas de mantequilla cuando no hay deseo, intención, atención, presencia, indicios de interés por parte del otro.

Puede que la autoestima, ese valor tan de moda, sea la versión agnóstica del amarse a uno mismo del Nuevo Testamento. Hemos confundido el respeto por el yo con la soberbia, el egoísmo o el orgullo, y así nos va. Cuidado con lo que deseas, cuidado con quién deseas podría ser la primera lección del Yo y sus alrededores. Una asignatura que mitigará esa propensión infantil a querer formar parte de grupos que no nos pegan nada, que no nos aceptan. Sólo para sentir que una mano acaricia nuestra nuca.

Aunque sea minutos antes de estrangularnos.

Si no te quieren, vete al desierto y pasa tu travesía de soledad, le diría a mi hija. Seguro que en algún momento, cuando la tormenta de arena se calme, hay alguien cerca que también huyó del rosa y del almíbar. Y lo mismo te quiere como eres. Sin contorsionismos morales ni caretas.

P.D. (A mí, en el desierto, me encanaría encontrarme con Lorrie Moore, esa musa…)
“Primero intenta ser algo, cualquier otra cosa. Estrella de cine /
astronauta. Estrella de cine / misionera. Estrella de cine / maestra
jardinera. Presidente del Mundo. Fracasa horriblemente. Es mejor si
fracasas a una edad temprana, por ejemplo, a los catorce. Una desilusión
temprana, crítica, para que a los quince puedas escribir largas
oraciones en forma de haiku sobre los deseos frustrados. .
Lorrie Moore. Cómo convertirse en escritora