Hoy se me enredan los pies entre el celofán de tanto San Valentín. Si no tienes a quién regalar ni te regalan no eres nadie, es el claim silencioso. Los periódicos digitales apuestan por el amor prefabricado y tópico, que se sustancia en anillos y derivados. Entre tanto merengue para incautos encuentro una estadística alarmante: más de la mitad de las mujeres (el 58%) renuncia a su carrera profesional al ser madres. El amor como subterfugio de la catástrofe.

A las mujeres nos han educado en el espejismo del amor. También a los hombres, seguro que sí, pero a ellos les dieron unas orejeras en el pack para que desoyeran los mantras del asunto. Si no amas eres culpable. Si no te aman, te falta un brazo o una pierna. Si al final lo consigues, llega la tarta rosa metafórica y te besan en una cena con velas que se prolonga meses o años, ¿cómo no vas a entregar tus anhelos profesionales al servicio del fruto de tanto amor, tan codiciado?

Sí, estoy exagerando, y pienso seguir haciéndolo porque me irrita la comercialización del sentimiento tanto como la devastación de la ambición HDL y el desarrollo personal. Las mujeres deberíamos ser más onanistas. Si no te regalan, pues te regalas tú. Hoy es martes, por cierto, y tiene su refrán poco romántico. Para  mí el mejor romanticismo  es que su sombra alargada no se vaya de la mía, aunque recorra sola la calle esta mañana. Y no pienso dejar jamás de trabajar por ¿amor? a mi familia, ni aunque naciera cien veces y sembrara la tierra de cien hijas.

Muerte a San Valentín. Mientras existan los totems del amor edulcorado no podremos romper las estadísticas funestas. Amor o carrera. Amor como final de un proceso que nos ¿completa? Sí, suena a ya erradicado, y sin embargo dudo que lo esté. Quedarte en casa a cuidar de los tuyos no es gozosa entrega, es (a menudo) necesidad lavaconciencias o destino. Nuestras hijas deben saber que son solas y a veces estarán solas y a veces acompañadas. Que la pareja no es un fin, sino un medio de ser más y mejor cuando funciona. Que romperla no es un drama, es un paso adelante. Que luchar por ella es necesario sólo mientras lo sea y tenga sus frutos. Pero que el amor a una misma es lo primero. Lo que te hace reconocerte y extraer tu mejor tú. Ese con el que das a los que quieres y con el que enfrentas los retos profesionales.

Arqueología del amor

Hay mujeres que se agarran a una promesa de amor como a un salvavidas en una noche de tormenta. Pocos hombres lo dejan todo por amor, alguno he conocido. Seamos libres de elegir cómo queremos dibujar nuestro mapa personal. Que te quieran quiere decir que te respetan. Que no cercenen tus impulsos creativos. Que no te culpabilizan por llegar tarde a casa en un mal día. Que te escuchan tus problemas laborales sin empujarte a huir al hogar, tan calentito. Eso alimenta el músculo; el romanticismo puede ser muy empachoso y engorda la cintura.

Anoche, con mis hijas, disertamos sobre al asunto. A la Artista antes llamada Minichuki le parecía que San Valentín es una chorrada. Su hermana recordó que había quedado con una amiga en regalarse un detalle, una celebración de la amistad, ese amor duradero. Me pareció muy bien, todo muy bien.

Utilizar el amor como coartada para todo es peligroso. Eso he aprendido. Gastamos demasiado tiempo y demasiada energía en buscar el amor, en mantenerlo. Lo convertimos en una entelequia y encima nos plegamos a celebrarlo un día con nombre de santo de película española prehistórica.

Hoy es el Halloween del amor, a disfrazarse. Y quien no tenga un quién póngase el yo por montera y un solo de violín a todo trapo. El amor no es un fin, queridas niñas. Es un manto que sientes y no pesa, un puro entendimiento que se explica sin palabras. Nunca una excusa para dejar de ser lo que tú quieras. El amor más romántico es la autoestima. Ese que no se va y que te da alas…