Todo español tiene un cuñado al que parafrasea a menudo. Si la cuñada es una figura sospechosa en sí misma (no las mías, vive dios), su homólogo está dotado de un aúrea de sabiduría que lo mismo sirve para un roto que para un descosido.

He aquí un ejemplo de real life, ocurrido en mi familia que, como todos saben, es larga y pizpireta como ella sola:

-Me he comprado un Fiat deportivo de 140 caballos, pequeñito y rojo sangre de pichón.
-Me parece una temeridad. Un coche tan pequeño con tanta potencia es un accidente seguro. Me lo ha dicho mi cuñado.

Cuando uno cita al cuñado, se hace un silencio reverencial. Incontestable. Por alguna razón que se me escapa al cuñado se le ha dotado de las verdades del barquero, de Zaratustra, del oráculo de Delfos… y su palabra queda a pocos peldaños de la de Moisés con las tablas de la ley. El cuñado sabe de motores, bricolaje doméstico, jardinería y hasta pavimentación de firmes, si me apuras. Y no es que el hombre haya opositado para ello. Le viene dada por soportar a tu hermana en la salud y en la enfermedad. Y tu hermana es maja, de lo que se deduce que tu cuñado se ha contagiado de sus virtudes y ejerce su poderío con la naturalidad del que ha recibido un don del cielo y debe dispersarlo urbe et orbe.

Las que no tenemos marido, tenemos cuñado. Un referente masculino al que preguntamos opinión sobre las diferentes dudas existenciales de la vida, del estilo: “¿puedo latigar a la adolescente cuando saca cinco cates?” o ¿crees que necesito tacos del seis o del nueve para estos agujeros?. Un cuñado es ese hombre que te corta el jamón de navidad porque tú no sabes ni atornillarlo en el jamonero. Es ese ser que siempre está en casa cuando tú llamas a “tuhemmana-tuhemmnana” -perdóneseme esta concesión al chascarrillo familiar- y como ella no está te tiras un rato hablando con él de la vida y sus conjuntos. Y entonces, al final, él te dice: “Como verás, tuhemmana tuhemmana está siempre de chupa y enciende con sus amigas”.

Diréis que también está el cuñado porculero, el sátiro capullo, el condescendiente, el abductor de hermanas, el que da por saco en las comidas familiares, el que se chupa los dedos cuando come (no sólo gambas); el cuñado manirroto, el chulito insustancial, el metomentodo…Sí, ciertamente, pero como este es mi espacio yo sólo puedo hablar bien de mi cuñado, que en realidad es mi hermano. Un tipo cachondo que le quita grasa a los pesares, canta coplillas y tiene una nutrida lista de frases propias que no sabemos muy bien lo que quieren decir pero le seguimos la corriente cuando las dice: ¿Un ejemplo?: “fuego, movimiento y choque”.

Así que lo dejo ya, porque me voy de shopping con mihemmana-mihenmana y mi cuñado está a punto de llegar para hacer de canguro de chukis y sobris. ¡¡¡A ver cuántos maridos tragarían con semejante marrón doméstico!!!