P { margin-bottom: 0.21cm; }Sostiene M.J que “todas
las guerras empiezan con calor y gente estreñida
” y tras
superar las carcajadas le doy toda la razón. En el Telediario
desfilan sin descanso muertos por las altas temperaturas y las noticias son
sucesos. Es el Apocalipsis.
Por mi parte, he
sobrevivido al Sur
y a los desmanes del mercurio con el delicioso
salmorejo que prepara mi hermana, los cubos de botellines de Victoria
con P. –”Si tú puedes con dos, yo puedo con tres”, es nuestro
grito de guerra
– y playa en soledad de 9 a 12 de la mañana. Justo después de
correr y hacerme amiga de la limpiadora que recoge las miserias del
bañista. “Mi trabajo es una mierda, pero como empiezo a las seis
veo todos los días salir el sol y es un regalo, ¿lo entiendes?”.
Lo entiendo, compartimos privilegio y ahora sé qué otro trabajo
podría hacer si vinieran mal dadas. Ella sonríe y me tiende una
raja de melón.
De noche, cita con TheGood Wife. Una serie de abogados que me gusta pero no me
engancha, lo que me garantiza horas de sueño y ausencia de ansiedad.
El marido es un capullo guapo, corrupto e infiel que hace tríos con
otras mujeres
, le pide a una de ellas que le chupe el dedo y está en
la cárcel siempre repeinado y como oliendo a Brummell. La
protagonista, una concentrada profesional de gesto intenso y lista
como el hambre que soporta su escarnio televisado con gesto de “ya
veremos quién gana esta guerra”. Y da un miedo que te mueres.

Al calor sofocante le
conviene la ausencia de adicciones
. Hacer cosas que te divierten pero no te arrebatan. Partidas al Scrabble en familia (antes
al Roomey, juego de mesa diabólico del que salí trasquilada
porque lo mío con los números es una quiebra griega y necesito un rescate y a la troika a mi vera antes de empezar a
mover ficha). Del estreñimiento no hablemos, que es sórdido y
engancha. Y, como plan extraordinario, cine con Minichuki, armadas
con un cubo de palomitas donde hubiéramos cabido ambas cómodamente,
con todas nuestras contradicciones.
-Mamá, espérate a que
empiece la película.
-No puedo, comer a puñados
palomitas me hace sentir pequeña y mola.
-Deja de decir tonterías
y para de comer.
-¡No me da la gana!
La película, “Inside out” (o Del revés), la útima del tándem Disney/Pixar,
habla del libre albedrío, y de cómo la alegría necesita de la
tristeza para enterarse de que existe. También de que la ira, el
miedo o el asco forman parte del ser humano y hay que darles salida,
aunque hagan ruido y molesten. A mi hija noto que le gusta pero no le arrebata,
ella hubiera preferido Antman pero me negué en redondo. Yo en
cuestión de superhéroes soy más bien clásica: Batman y
Spiderman son mis favoritos, y creo que es por su fragilidad.
Ninguno tiene kriptonita a mano para desarrollar superpoderes,
sino que se lo han tenido que currar (vale, sí, al segundo le picó
una araña, pero eso nos pasa a todos y no nos lanzamos de un
edificio a otro). A Superman, lo diré, siempre lo encontré
muy icono gay. Y no por el asunto de las mallas repretonas,
sino por esa onda del flequillo y por su ausencia de tensión sexual
con Louise Lane. En mi imaginario los hombres más sexys no
hacen grandes hazañas, sino que toman decisiones. El efectismo lo
dejamos para los magos, personajes que me gustan tan poco como los
payasos. Y ahora entiendo por qué.

Paro ya, que debo irme
preparando para el Norte. Sueño con dormir con manta, llevar una
sudadera de algodón a la playa y pasar las horas muertas calculando
con mis amigos si mañana lloverá. Escuchar los badajos de las
vacas, espantar a los perros del camino y visitar mi playa de Lord
Byron
, como siempre, para contarle el resumen de mi vida en un año
que, como siempre, ha pasado demasiado deprisa.
Sin calor, no habrá
guerras. Ni estreñidos. Y si hace falta apagar la tele para siempre, sea.