Mi querida Big-Bang:

Mi abuela solía decir: “A robar, a Sierra Morena”. Lo hacía en los restaurantes, sí, justo cuando llegaba la cuenta, y toda la familia escondíamos la cabeza en el mantel por el corte, mientras el camarero balbuceaba una explicación desmayada sobre el elevado precio en mercado de la merluza o lo que se suda cogiendo judías de la mata. Ella, que nunca tuvo pelos en la lengua, aún tenía el cuajo de pedir el alumínico al señor para llevarle a su chucho las sobras del filete.

¿Qué por qué pienso ahora en mi abuela? Será porque me han robado más de dos mil euros de mi cuenta. Dos mil eurazos en plena cuesta de septiembre, con los uniformes del cole y los cromos de Hello Kitty sin comprar, y con dos niñas que creen que el cajero automático es un saco sin fondo donde se esconde un enano muy majo que te da todo lo que le pides.

“Me temo que alguien ha duplicado su VISA”, me dice una voz desganada en el contestador. ¿Se teme?, me pregunto mientras entro en mi cuenta Internet para comprobar, con horror, que el duplicador anónimo se ha pasado el mes de agosto dándose homenajes a mi costa.
¿Es que ya no quedan ladrones como dios manda? Un cruce entre Cary Grant y George Clooney vestido de esmoquin, que te limpia el joyero minutos después de haberte sacado a bailar. Porque las mujeres somos así. Si nos roban con estilo, hacemos un poco la vista gorda.. Y de eso saben mucho en Chanel, Dior o Hermès.

Yo, desplumada, desmerezco un rato. Eso de no poder entregarme al consumo compulsivo a mis anchas me ha dejado sin dormir toda la noche. Me veo comprando las cremas en el Mercadona y mi fondo de armario de temporada en el mercadillo de los gitanos. Evaporado todo mi glamour, sólo me quedan rezar porque la gripe A me seleccione como una de sus primeras víctimas. Una cliente VIP de los virus. Así que, a falta de VISA, pienso fardar con mi tarjeta sanitaria de luxe por los pasillos relucientes de mi centro de salud. Y hago un llamamiento desde aquí a los ladrones de bata blanca que quieran sacarme a bailar. Enferma soy aún más facilona.