Mi querida Big-Bang:

Hay días que uno despierta abisal, hundido a cientos de metros de la superficie y arrastrándose por la superficie de un fondo negro. Solía temer a esos peces con dientes terribles y colores arco iris que pueblan ese submundo húmedo, sin entender demasiado de qué tienen que defenderse. A esa profundidad extrema, donde sobreviven los fuertes, ¿quién va a bajar con las espadas?. Sería lo mismo que planear un ataque en la Antártida con tropas en bañador. ¿De qué se defiende un esquimal?

En realidad, mi yo abisal vaga por por un arenal de proyectos que no remato y que enturbian el agua cada vez que pego una patada. Lo bueno es que, allá arriba, casi nadie se entera porque los abisales tenemos la ventaja de que la onda de los remolinos que provocamos no llega a la superficie. Así que arriba se nos percibe como lindos peces con dentaduras chungas sin otro oficio que rastrear los suelos de los sótanos ajenos.

Entre peces anda el juego, reflexiono. Y recerdo ese anuncio de un pez naranja que trata de encontrar sin éxito la salida en la pecera. Una vuelta, dos vueltas, tres…¿Estará por aquí?, ¿estará por allá?. El agua ha debido calentarse de tanto trasiego, digo yo. Y entiendo que tanto remolino termine con el lustre de las escamas. Esto es vivir. Al menos cuando se impone el sentimiento abisal y trágico de la vida.

Los filósofos deberían hacer como Cousteau, ponerse el traje de hombre rana marcapaquete y echarse a los fondos marinos. Hablar poco, respirar lo justo, observar a través de una escafandra que oprime y sólo deja pasar tres o cuatro ideas venidas de la observación concentrada y con el oxígeno justo. Los lores de la Cámara baja británica suelen asfixiarse con una bolsa de plástico en la cabeza para correrse mejor. Digo yo que si un chispazo les compensa una larga vida de leyes con pelucón, por algo será. Ese momento del orgasmo abisal debe ser las hostia, me planteo. La mala noticia es que se entera hasta el Tato. Pero para entonces uno ya es fiambre despelucado y flota frágil por la superficie del mar.

El muerto al hoyo y el vivo a flote, digamos. Que los paquetes de tabaco cambien sus mensajes por:”bucear perjudica seriamente la salud”. Revisemos el traje y la bombona de oxígeno antes de hundirnos en el magma del azar y del deseo. Arriba las cosas son menos intensas, sí, pero luminosas y secas. Como un buen trago. Como un sábado eterno.