Resiliencia: Capacidad que posee un individuo frente a las adversidades para mantenerse en pie de lucha con perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas.

De todas las capacidades del ser humano, la resiliencia se me antoja la más contemporánea. Y sin embargo apenas se habla de ella. La RAE ya ha admitido el término pero sin mencionar a Friedrich Nietzsche, autor de la sentencia “Lo que no mata me hace más fuerte” (El Ocaso de los ídolos). O, en español vulgaris, “lo que no mata, engorda”.

Resiliencia es una de esas palabras que me excitan las orejas. Posee la sonoridad líquida precisa, la emplean los psicólogos y tú la recibes como un piropo mucho más exclusivo que cualquiera de los del menú clásico (ejemplo: “qué buena estás, corazón”).

Todo esto viene a que ayer alguien me dijo: “Tú eres una resiliente del desamor”, y ahí me quedó eso. Creo que de todas las catástrofes, las sentimentales siempre se superan, de manera que la resiliencia del corazón sería como el valor en la mili. Algo que se da por supuesto. Cuestión de tiempo, de reparación minuciosa en el taller de cuidados intensivos. De cenas con amigos, de intimidad doméstica y de reordenación de las piezas del puzzle vital de cada uno.

Osho, ese gurú…

Sí, esto me está saliendo muy estilo Pablo Coelho, ese gurú brasileño con vitola de escritor que atrapa a las masas con sentencias tontas envueltas en celofán rimbombante. Y sí, ahora se ofenderán aquellos que tiran más a la autoayuda que a Nietzsche. Pero una no es resiliente a los hierbas, y eso incluye todo, desde el tofu en la dieta hasta los consejos baratos para concatenar obviedades. Tiendo a alterarme cuando se me acerca un tipo, pongamos, que lleva en la mano una revista llamada “Cuerpo y Mente” como quien lleva un volumen de la Enciclopedia Británica. Y ahora se me enfadarán los de la cofradía del Omhmmmm y los que piensan que Osho no es el oráculo de los dioses, sino el mismo dios de la meditación. Responsable de máximas parafilosóficas como las siguientes:

“La vida no es un negocio para ser dirigido, es un misterio para ser vivido. Ha llegado el momento de romper la tarjeta con los horarios, abandonar la fábrica y hacer un pequeño viaje hacia lo desconocido”

“Estás fuera de la prisión, fuera de la jaula. Puedes abrir tus alas y todo el cielo es tuyo. Todas las estrellas y la luna y el sol te pertenecen. Puedes desaparecer en el azul del más allá… Simplemente deja de aferrarte a esta jaula, sal de la jaula y todo el firmamento es tuyo”.

Terrorífico, ¿verdad?. Droga dura para cerebros poco resilientes a la tontería. Sobreponerse o morir, sí, pero mejor teniendo entre las manos un buen libro, un café bien cargado y un botiquín lleno de tiritas para rasguños del corazón. 

Resilientes del mundo en crisis, yo os invoco.  Salgamos de los escombros en cuanto pase el huracán. Y dejemos de leer mamarrachadas para adolescentes con carpeta de Justin Bieber