Atentados en París

La rabia es un sentimiento puro e indigesto. París dan ganas de salir corriendo, no estamos protegidos ni por un ejército de ejércitos. Un tipo rabioso, resentido, es más fácil de convencer para un asesinato. Morir matando. Rabia rabiorum. RIP. Palabrería de político fingiendo que puede protegernos de los malos. ¿Y si esta masacre de París hubiera pasado en La India, en Guatemala? ¿Estaríamos menos afectados? (Dos, tres telediarios a lo sumo?)

La rabia es geográfica, tal vez.

Algunos tratan de evacuarla con la literatura. El pianista James Rhodes, en su tormento, dispara ejecutando una sonata trágica, las yemas de los dedos ensangrentadas. No leeré “Instrumental” salvo que el azar lo haga caer en mis manos, como una granada explosiva, y tire de la anilla. Violencia. Un tipo rescatado del infierno por Glenn Gould y sus Variaciones Goldberg. Violado desde niño. Intentos de suicido. Largo historial rabioso. (Dios es Bach, estábamos de acuerdo J y yo la otra noche, frío en las manos. Pero no impide el sufrimiento, sólo lo envuelve en acordes vaselina)

James Rhodes

Las infancias felices no albergan nidos de rabia. Esa es la diferencia. Pero son pocas, en el fondo, y mucho más soñadas, recuerdos construidos. El instinto de supervivencia genera relatos escapistas, para poder asfixiar al niño que dice la verdad y ser un adulto rabioso pero correcto, educado, hasta que el instinto explota y unos cabalgan teclas de piano, otros pegan patadas a un balón. Otros escriben. Otros matan.

Dos formas de gestionar la rabia: hacia dentro (el listado de enfermedades sería largo como una noche de atentados) y hacia afuera (seres que vomitan bilis sobre sus amigos, insoportablemente autocompasivos. Creadores grandes o pequeños. Sociópatas. Ejecutores de sarcasmo hecho hiel. Molestos, poderosos).

No creo en el perdón autoinfligido. No está en nuestra mano, hablábamos ayer mi amiga L. y yo, delante de un jardín de guacamole y cítricos. Para desactivar la rabia hay que ayudar al cuerpo con infusiones varias. Los perros muerden y en una dentellada ya estás muerto, no hay vacuna que valga. Cómo gestionar el dolor para no revolcarse para siempre en el resentimiento. En el otro tiene la culpa. (Uno de los terroristas quiso que sus víctimas sufrieran “lo mismo que habían hecho a Siria”). ¿Acaba la venganza con la rabia o es pura gasolina?

Huyo de los rabiosos, pero escucho sus sonatas y leo sus novelas, de vez en cuando. Elogio de templanza, virtud que apaga los rescoldos y relaja las vísceras. No creo que el que mata encuentre ese sucedáneo de paz. La soledad de cementerio de los Campos Elíseos o esa margen del Sena que pisé hace unos días con mis hijas. La grandeur silenciada por un rato. No somos nadie, los rabiosos acechan. Y no hay discurso lógico que explique tanta furia, aunque se intenta.