Desaparecerse de cuando en cuando debería ser prescripción facultativa.

Desde que las farmacias abren 24 horas asumimos que debemos estar disponibles como norma general. Pues no, no soy un antibiótico. Ni siquiera un Alka Seltzer a la espera de una noche de resaca. Me gusta pensar que puedo desaparecer, desaparecerme, si que a nadie le soliviante.

Es más, planeo hacerlo en breve, pero antes debo dejar algunos asuntos resueltos, a saber: 1. Dos docenas de croquetas ya rebozadas en el congelador. La croqueta, como cena, es muy agradecida. Y no querría que los proptectores de la infancia se personaran en la puerta para detenerme por negligencia materna y esas cosas. Además, si lo hicieran, tendría que hacer acto de presencia y eso rompería mi plan de invisibilidad total.

2. Grabar mensajes, debo grabar unos cuantos mensajes con las convenciones básicas de la buena educación -buenos días, gracias, perdón, ¿cuánto cuesta?, que te den…- y distribuirlos sabiamente por todos los centros neurálgicos de mi ex vida. Así sólo tendré que extender la mano sin mirar, sin que me miren y sobre todo sin que nadie sienta el impulso irresistible de establecer conmigo algo parecido a una conversación.

3. Una alarma. Debo instalarme una alarma para ahuyentar a los insistentes y también para llamar si me ocurriera algún percance. Asumo que pasados unos días desaparecida dejaré de ser tenida en cuenta y podría quemarme a lo bonzo en el salón sin que nadie se apercibiera. De aquí que necesite un silbato, una bocina o puede que una corneta. Algo sobresaltante. Irritante incluso.

4.Una mordaza. Porque siendo tan impulsiva será raro que no se me escape algún comentario cuando escuche discursos deshilachados y palabras fuera de lugar. Las Chukis no me perdonarían que rompiera mi silencio para puntualizar que “sobrarse” no existe como reflexivo y que no se dice “dar gracia” sino “hacer gracia”.

En realidad, tendría que añadir al kit unos tapones para los oídos. Así estaré menos expuesta a estímulos diversos. Y, dado que no tengo intención de emplear drogas para mi experimento -pese a la fascinación que me provoca ese señor llamado Antonio Escohotado- precisaré de algún somnífero natural paralizante. Un discurso de empleado de centralita telefónica sita en Marruecos, Argentina o Nueva Zelanda podría servir.

Y, si todo falla, siempre puedo subirme a la nave de Alien y convertime en la novena pasajera dentro de una de esas cámaras para atravesar los años luz en perfecta fase REM. Y que MADRE y Ripley me despierten cuando lo crean oportuno y me pongan al día de los desmanes y quebrantos del planeta tierra.

Ahora sí, me desenchufo.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/pienso-luego-existo-antonio-escohotado/1231044