¿Quien teme a Virginia Woolf?(1966)

La teoría de la relatividad es la mejor que se ha inventado nunca.

Un líder es relativamente corrupto, porque siempre habrá otro cerca que lo supere y coloque el umbral de la virtud a ras de suelo. En ese caso, hablaremos de laxitud, de predisposición a las tentaciones o incluso de inconsistencia moral. Pero con estos calificativos uno puede salir a la calle a bordo de su coche oficial, un Audi, pongamos, y saludar a las viejas en las colas de los supermercados.

Una pareja siempre es relativamente feliz. Si lo duda no tiene más que repasar ¿Quién teme a Virginia Woolf?, La Gata sobre el tejado de zinc caliente o incluso La Guerra de los Rose (las dos primeras son para relativos intelectuales). También puede leer los cuentos de Carver. No falla. Inmediatamente sentirá el impulso de acercar sus cuerpos en el sofá y sentir que aún palpita algo parecido al amor.

Claro que si les da por entregarse a películas del new age romántico o a novelas de ese vendedor de sentimientos baratos llamado Moccia podría decidir suicidarse en silencio. Porque el romanticismo hueco se vende a precio de saldo. Casi tanto como un menú Whopper.

El precio de un whopper sirve para comparar el nivel de vida de los países. O la capacidad adquisitiva, que viene a ser lo pobre que tú eres en relación con el vecino. Esto iguala en la infelicidad a un habitante de La Moraleja o de La Rosilla, si hablamos de Madrid. La evidencia de que siempre hay alguien que tiene más que tú impide a muchos disfrutar de su hamburguesa. Y Einstein, de nuevo, se lleva el gato al agua.

Ser relativamente inteligente es mejor que ser relativamente tonto. Y sin embargo ambos pueden ser la misma persona. Esa que prefiere creer que ama a su mujer y, sobre todo, que lo aman, para no pensar por qué ella se ha sentado en la otra punta del sofá esta noche, y la anterior, y la siguiente.

Termino con una estadística, el paroxismo de la relatividad. Asegura que los gallegos y riojanos son los más fogosos de España. El estudio mide los encuentros sexuales semanales. Y aquí los extremeños pierden por goleada. Lo que me lleva a pensar que un gallego puede ser absolutamente infeliz en su comunidad autónoma debido a su exigua media de polvos y que con esos mismos revolcones sería el rey del mambo en la tierra de las bellotas. Y que sólo 500 kilómetros separan la euforia de la catástrofe.

De manera que lo que permite que el mundo no estalle y nos abatan los jinetes del Apocalipsis no son esos políticos y esos estadistas del Audi que paran a saludar viejas, sino esa ley silenciosa que nos fuerza a no alterar el orden y la naturaleza de las cosas. Lo que suele ser una catástrofe en términos absolutos.