Hospital de Madrid. Sala de espera. Quince gitanos aguardan noticias de un pariente al que le están haciendo la vasectomía.

-¿Han descapullaó al Boliche, nena?

Mi hermano J. ahoga la risa como puede, y contempla el espectáculo. Una mujer del grupo cambia el canal de la tele. la enfermera la amonesta: -“Señora, está puesto para niños, haga el favor de dejarlo quieto.
-Qué pesada, la payaaaaaaa.

Cinco de esta madrugada. Mi cuñada da a luz a un niño. Pocas horas después, nos envía la foto por Whatsapp. Las Chukis se alborotan y ríen y se abrazan. “Otro primo, yupiiii!. A mí se me saltan las lágrimas. Empezamos a organizar la avalancha familiar al hospital.

Conclusión: no somos tan distintos.

Las familias numerosas tenemos algo que nos hace expansivas: “donde comen quince, cenan veinte”, diríamos. Cada nacimiento se celebra con alborozo y más este, aque tiene toda la pinta de ser el último. Se llama Manuel, pesa más de cuatro kilos y tendrá doble nacionalidad, española y argentina.

-Menudos dos países trinfadores. Uno en crisis y otro en shock.

Pero el bebé duerme plácidamente, ajeno al devenir de la madre patria y de la otra. Sin saber que está a punto de entrar en una familia gitana en los afectos, y ruidosa, y criticona, y feliz.

Lunes gitano, pues. Las chukis, antes de irse al cole: “Habrá que organizar una comida para todos, no, mamá?

Lo han aprendido bien. Ser familia numerosa es liarla a la mínima. Y luego, agotados, exclamar en el sofá: ¡¡¡Pero quién me mandaría a mí!!!!

Bienvenido al clan, baby! Y avisado quedas: El día que te hagas la vasectomía, allí estaremos.