Cuestión previa: ¿El amor grande se come al amor pequeño? (Consultar a Darwin con la buija)

Aproximación espacial: piso de 47 m2 en Lavapiés, Madrid. Propietario: varón de 40 años confesados, gay de hiperbólica ternura, afecto al teatro, al chascarrillo, la buena literatura y los animales. Responde a la inicial de U.

Desarrollamos la entrevista en mi despacho, lejos de la curiosidad ajena, dada la delicadeza del asunto. El suyo es un caso de promiscuidad doméstica. El zoo del amor, ese que le sobra a raudales aunque su corazón sea de fibra, como su cuerpo. Le pido que me dibuje a los habitantes de su casa. Se pone cómodo y empieza.

Transcripción ordenada de su relato:

La Lola

1. El Brasileño. “Mi marido. Inmigrante legalizado por el amor. Lento como él solo. Macizo, buenorro y, sobre todo, buena persona. He aprendido a su lado a entender que media hora en el hemisferio Norte no equivale a media hora en el hemisferio Sur”.

2. La Lola. Un bull dog francés, el típico perro de marca de mariquita sustituto de la paternidad. Malcriada, chinchosa, exigente. Con ella todo es mucho más caro, como con los hijos únicos. Me refiero a que todo lo que le pasa requiere un especialista: Dos ejemplos: dermatólogo: 140 euros. Oftalmólogo: 250 euros la primera consulta y 80 E las siguientes. Pero si me lo tengo que quitar de comer, me lo quito”.

El Lagarto

3. El Lagarto. “Una iguana australiana adoptada a la que llamo Nicole Kidman. Vino a mí por la típica situación homosexual- Uno que hereda el bicho de su novio absurdo, se queda en el paro y te pide si te lo puede dejar unos días. Eso fue en febrero del año pasado, así que ya me he encariñado. El lagarto tiene el morro fino, sólo come probióticos, además de: Grillos: una caja de 25  a 5 euros. Gusanos: 6 euros la caja. Todos vivos, por supuesto. Además de la calefación y las lámparas para que se sienta como en su casa australiana. A veces me entra la ansiedad de si se aburre y entonces lo meto en la bañera, una forma como otra cualquiera de gestionar su ocio”

la Galga

4.La Galga. “Aclaración previa: como a los homosexuales nos han fastidiado mucho, no soportamos ver sufrir a los demás. Así que o te da por ser costalero, ponerte unas faldas y menearte entre hombretones sudorosos, o te vuelves hermanita de la caridad y recoges animales. La galga la encontré abandonada en una carretera, imagino que por el fin de la temporada de caza. La llevamos a casa, y la Lola se puso de los nervios, la mujer. Yo me siento en el sofá entre las dos, para evitar conflictos, porque la Lola la mira como Bette Davies en “¿Qué fue de Baby Jane?”.

Anotación: escribir un relato titulado: “¿Cuánto amor cabe en 47 metros cuadrados”. O disputarle a los herederos de Gerard Durrell el título de “Mi familia y otros animales“, novela que creo leí en su momento y que no me ha dejado ninguna huella. Mucho menos que el relato de mi querido U., que a estas horas organiza a su familia antes de emprender el camino al trabajo.