Costa Concordia

Cuando eres la amante no te piden el billete“. Memorable la frase de Domnica Cemortan, la querida moldava del capitán Schettino, el cobarde del Costa Concordia, en su declaración ante el juez.

Las amantes se cuelan por la puerta de atrás. Gratis, pero humilladas. Sin los honores ni las salvas de partida. Ella le ha dicho al juez que tiene un hijo y que si ocultó su relación con  Schettino fue para proteger a su familia del escándalo. Lo más escandaloso de todo no es ser amante, sino acostarse con un gallina tonto que se pavonea de su poderío poniendo en peligro un barco con una maniobra tan absurda como peligrosa.

Y un poco antes se ha follado a la rubia. Y eso tal vez le da alas. Y grita una orden extravagante en el puesto de mando. ¡Saludemos a esa isla, andiamo!

G-7. Tocado

A la pregunta de ¿qué es lo último que hizo antes del naufragio en el que perdieron la vida 33 personas, señorita?, la pobre tendrá que reconocer que poner sus manos, su cuerpo y su destino a disposición de un hombre que decía que la amaba. Pobre Domnica.

Domnica Cemortan

La moldava no ignora que ha pagado el billete más caro de la travesía. La culpa sobrevenida. ¿Pudo ser que Schettino hiciera el acercamiento suicida a la isla para presumir ante su chica de su poder al timón? ¿Es verosímil imaginarlos a ambos apostando a que todos esos idiotas de cubierta, esas familias que pasaban sus vacaciones en el mar, ni se iban a enterar de la jugada?

G-8. Tocado.

Siento fascinación por las amantes. Las miserias revestidas de seda salvaje. El sexo furtivo, el abandono público. La arrogancia de ser elegida para una operación de riesgo. La excitación. La tristeza. ¿Tenía Domnica un camarote propio o se ocultaba en el del capitán, esperando su llegada para un polvo rápido mientras leía una revista en un mohín lánguido? ¿Soñaba con que Schiettino lo dejara todo por ella? ¿Iba ella a entregarse a ese hombre arrogante y vestido de general de los ejércitos? ¿Fantaseaba con ser la  Josefina de Napoleón, la Dalila de Sansón?

Imagino ese instante de confusión y ruido, la mole del barco que empieza a escorarse a estribor. Gritos por los pasillos, el pánico y el caos. Dónde está mi hombre, qué ha pasado. Las mujeres y los niños, primero. ¿Y las amantes? ¿Qué pasa con las amantes sin billete?

“Hoy muero por segunda vez”, ha declarado. En realidad murió tres veces. La primera, en el naufragio. La segunda esa misma noche, cuando el héroe que la besaba se convirtió en un sapo pegajoso y ella lamentó haber entregado su destino por un billete gratis al infierno. La tercera, desvelando su secreto ante el juez. Ante el mundo.

Pobre Domnica Cemortan. Sola entre el clamor de las víctimas. No ha vuelto a hablar con él, ¿a quién le extraña?

Cuando eres la amante no te piden el billete. Cierto, querida. Te piden mucho más que eso.

G-9. Hundido.